
Muchos jueces y fiscales – y políticos – son especialistas en fungir de santurrones. Se jactan de ser rigurosos cumplidores de las leyes, tal cual actuaban los fariseos a inicios del cristianismo. Sin embargo, desdeñan mañosamente el espíritu de las leyes, y hasta la propia Constitución, donde está la esencia de los valores ciudadanos: civismo, dignidad humana, honestidad, solidaridad, patriotismo… entre otros. Se juran iluminados y se sienten por encima de los demás. Se dan golpes de pecho, hablan y hablan hasta por los codos, pero no hacen nada. Más bien, eso sí… son campeones en defender lo indefendible.
Por ejemplo, defienden a Pedro Castillo. ¡Quién los entiende! ¿Acaso no ameritaba una vacancia, suspensión o destitución presidencial, haber copado el Estado con familiares y amigos para lucrar mafiosamente? ¿Acaso la denuncia de la ex Fiscal de la Nación – Patricia Benavides – no estaba recontra sustentada con documentos y testimonios que probaban fehacientemente la existencia de una banda delincuencial, encabezada por el mismísimo ex Presidente Castillo? ¡Claro que el entonces presidente Castillo merecía ser vacado, suspendido o destituido del cargo y enjuiciado por corrupción!
Más aún, por si faltaran motivos para la vacancia presidencial, Pedro Castillo dio un golpe de Estado. Repito ¡Golpe de Estado! Claramente, se trató de un manotazo de ahogado. Pero igual, fue un golpe. Que no le ligara… es otra cosa. Por ello – en mi opinión – fue bien vacado.
Pero los políticos y magistrados fariseos van más allá de sólo defender lo indefendible. Se rasgan las vestiduras por cualquier falta que podamos cometer aquellos que no comulgamos con sus ideas y propósitos.
Efectivamente, por ellos el expresidente Fujimori fue sentenciado – prácticamente – a morir en la cárcel. Para ellos Fujimori no tuvo ni un solo mérito, ni un solo atenuante. Para nada sopesaron la brillante y eficacísima lucha contra el terrorismo y la hiperinflación. Sólo sopesaron sus errores y sus faltas, que ciertamente los tuvo… como todo ser humano.
Y ahora que el expresidente Fujimori está libre – producto de un indulto humanitario – recurren a instancias supranacionales para revertir el fallo liberador del mismísimo Tribunal Constitucional.
¡Cuánta justicia farisea estamos padeciendo! Las descaradas persecuciones políticas a los dirigentes apristas y fujimoristas dan cuenta de ello. La suspensión “express” de la ex Fiscal de la Nación – Patricia Benavides – igual. Muchos peruanos – aparte de los antes mencionados – también hemos caído en las garras de los fariseos del Poder Judicial.
Un Poder Judicial autónomo (autónomo de verdad), con profesionales evaluados rigurosamente y egresados de las mejores universidades del país (no de las peores, como es el caso). Un Poder Judicial meritocrático, eficiente, honesto, justo (justo de verdad); sin sesgos políticos e ideológicos, y sin jueces y fiscales corruptos como el que tenemos… ¡esa es la reforma judicial que merecemos los peruanos!
¡No a la justicia ideologizada, rencorosa, corrupta y farisea!
(*) Exgobernador regional de Ica
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