Política

Gastar pólvora en gallinazo (I)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

A estas alturas, cuando faltan menos de dos meses para las elecciones municipales y regionales, la campaña electoral ya debe estar intensa, con los candidatos exponiendo sus propuestas y la población tomando nota para decidir por quién votar. Sin embargo, hay cierta frialdad y hasta apatía en los electores respecto a lo que ofrecen los postulantes. La razón es una sola: los candidatos no están enfocando adecuadamente sus campañas.

En la campaña por la alcaldía de Lima, por ejemplo, los postulantes le están dando prioridad al ataque al rival. Y, peor aún, en ciertos casos el rival sobre el que enfilan sus baterías no es contendor en la lid electoral municipal, sino el presidente Castillo.

Es cierto que opinar sobre la coyuntura política y contribuir, de alguna manera, en la lucha contra la corrupción es responsabilidad de todo político que se precie como tal. Sin embargo, todo tiene su momento oportuno, su ocasión adecuada.

Si nos atenemos a la relación intrínseca del ser humano con el hecho político —el hombre es un animal político, ya lo decía Platón— muchas veces el segundo condiciona la existencia del primero, sea a nivel individual o colectivo, a veces hasta llegar a límites insospechados. Sin embargo, un político debe pisar tierra y pensar en ganar primero las batallas que sean necesarias antes de proclamarse vencedor en una guerra.

También es cierto que vida de un buen político está condicionada por el compromiso ideológico y las coordenadas sociohistóricas. Pero resulta que, si nos referimos a un candidato a alcalde de Lima, esas coordenadas están en la Municipalidad Metropolitana y no en Palacio de Gobierno, por más cerca que se encuentren.

Empeñarse en atacar al inquilino de la Casa de Pizarro, de una manera repetitiva y obstinada, en vez de exponer los planes que tiene el candidato para el vecino de Lima, para un candidato a la alcaldía de Lima es como gastar pólvora en gallinazo. Incluso si se hace lo mismo con el rival directo de una forma insidiosa y obsesiva, como a veces ocurre. Parece un disco rayado que solo encuentra el rechazo de la población.

Este fenómeno no solo se da en el campo de la política. Un caso muy preciso es el de los programas de televisión y sus técnicas para captar la atención del público. Mañana continuamos. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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