Los estatistas son como la hierba mala… nunca mueren. Ni la escandalosa quiebra de Petroperú les remueve sus conciencias. Ellos son estatistas… y estatistas morirán. Nada, ni nadie, los hará cambiar.
Sus narrativas son inconfundibles. La demonización de ciertas palabras los delata. Por ejemplo, para los estatistas no hay empresario privado bueno. Todos son corruptos, clientelistas, explotadores y evasores de impuestos. Los congresistas estatistas pueden ser “niños coimeros”, “mocha sueldos” y “violadores sexuales”, pero no. Ellos son los buenos. Los empresarios son los malos. Así piensan los estatistas.
Según ellos, las empresas solo benefician a sus dueños o accionistas. No ven ningún beneficio para los trabajadores de las empresas donde trabajan. Al contrario, según los estatistas, los trabajadores pierden a costa de los empresarios. Y ni hablar de los beneficios a los consumidores. Para los estatistas, las empresas, aparte de esquilmar a sus trabajadores, lucran a costa de los indefensos consumidores.
Algunos confunden estatismo con socialismo, o izquierda política. Pero no son exactamente lo mismo. El estatismo es dogmático, intolerante, cínico, indolente, abusivo, ineficiente, híper burocrático y… 100 % corrupto. No hay estatismo que no termine en tiranía elitista, empobrecimiento generalizado y violencia. Si no, pregúntenles a los venezolanos.
Y por el lado nuestro, ¿acaso no fue eso lo que vivimos los peruanos en los años 70 y 80? Por ello, muchos de nosotros tenemos razones más que suficientes para detestar el estatismo. Sobre todo, los que vivimos en conciencia aquella nefasta experiencia de híper inflación, control de precios, escasez de dólares, migración masiva y colas interminables para comprar alimentos, combustibles, medicamentos, etc.
La principal función del Estado debe ser administrar justicia y mantener el orden público. A ese respecto, por cuestiones de justicia el Estado es fundamental para garantizar el acceso a la salud y educación de todos los peruanos. Sobre todo, de los más pobres. En ese sentido, el Estado es indispensable para la vida civilizada de todo país. El tema es su rol y su tamaño.
El problema de los estatistas es que quieren un Estado que todo lo haga y que todo lo dirija. Para muestra un botón… el pésimo manejo de Petroperú. Sin embargo, los estatistas insisten en salvar Petroperú con la plata de todos los peruanos. ¡Qué tal conciencia!
Las palabras “meritocracia” y “flexibilidad laboral” también irritan a los estatistas. Para ellos, los conceptos de productividad y eficiencia no cuentan para nada. Su eslogan favorito es “a igual función, igual remuneración”. Incluso, han llegado al extremo de inventar el “trabajo hereditario”. Es decir, si el padre o la madre se jubila, enferma o muere, el puesto lo hereda el hijo. Pues bien, eso que parece una locura, ocurre en ciertas empresas estatales… SEDAPAL y Petroperú, entre otras.
Los estatistas han llegado al extremo de demonizar actividades como la minería, la agroexportación, la pesca industrial, las AFP y hasta las farmacias y clínicas privadas solo por no ser estatales.
¡Tengamos mucho cuidado con los estatistas retrógrados y acomplejados, porque están vivitos y coleando! Y nos están llevando nuevamente a la ruina como aquí en los años 70 y 80, y como en Venezuela, Cuba y Nicaragua, actualmente.
(*) Exgobernador regional de Ica.
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