Desde Centroamérica, con Nayib Bukele, en El Salvador, hasta Sudamérica, ahora con Javier Milei, en Argentina, ha vuelto a la escena política del continente la figura del radicalismo, unas veces cuestionado y otras señalado como una esperanza del cambio que uno u otro país necesita para lograr el desarrollo y el bienestar de sus habitantes.
En un sentido amplio, se entiende por radicalismo a un conjunto de ideas y doctrinas de quienes pretenden reformar profundamente el orden político, científico, moral e incluso religioso de un país. ¿Es el radicalismo una opción válida?
A lo largo de la historia, el radicalismo no ha sido bien visto en el Perú, aunque muchos lo confunden con el extremismo.
El radicalismo propugna algo solo o en grupo, pero teniendo en cuenta a los demás; en el extremismo, en cambio, alguien defiende algo a expensas de otras personas.
Por lo tanto, son dos categorías diferentes y, además, no exclusivas de la derecha ni tampoco de la izquierda, como muchos pretenden hacer creer.
En su libro titulado “Actores en el drama del Perú y el mundo”, Enrique Chirinos Soto —padre de la actual congresista Patricia Chirinos Soto— señalaba que uno de los errores de Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador del Apra, en su relación con el poder –que siempre le fue esquivo— consistió en no entender “la espontaneidad conservadora” de los peruanos, que prefieren las actitudes pacifistas y moderadas de sus líderes y les “disgustan las actitudes y los métodos excesivamente radicales”.
Sin embargo, en el Perú, en los tiempos actuales existe un poco más de tolerancia respecto al radicalismo, pues la población está cansada de prédicas, conceptos y medidas desfasadas que impiden el cambio a corto plazo o mediano plazo y ya no como un proceso que demora años.
Uno de los referentes del radicalismo en el Perú es Manuel González Prada.
Confrontacional, contestatario y beligerante, el autor de “Páginas libres” y “Horas de lucha” merece ser estudiado con mayor detenimiento ahora que la corriente del radicalismo está cobrando cuerpo no solo en el Perú, sino en Sudamérica.
Aunque hay que tener cuidado con radicalismos aventureros y sosos como el de Abdalá Bucaram en Ecuador y Pedro Castillo en el Perú.
Bukele está demostrando que la mano dura no es enemiga de la sensatez. Veremos si Milei tiene esos arrestos de prudencia y lleva a Argentina por los caminos del cambio sin llegar al autoritarismo, que tanto daño le ha hecho a esta gran nación. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.