
El Perú ha entrado ya en el coma definitivo. En cualquier momento se declarará a Pedro Castillo Terrones como nuevo gobernante y terminará la República tal como la hemos concebido desde hace doscientos años.
El profesor chotano no se convertirá, sin embargo, en presidente constitucional, sino en simple jefe de estado-usurpador, título que deberá aplicársele porque la legitimidad de su cargo estará manchada por el fraude electoral indiciariamente organizado por una banda criminal y ejecutado por el JNE.
Como en época de Velasco Alvarado, la cabeza del Ejecutivo no será funcionalmente respetable porque el cargo, al ser ilegítimo, devendrá en dictatorial. Es decir, impuesto irracionalmente y a pesar de la sostenida protesta de más de la mitad de los peruanos.
Como en toda dictadura, siguiendo la realidad fáctica de las normas que explica Kelsen, a los ciudadanos no nos quedará más que cumplir con la nueva legalidad que se imponga por la fuerza; pero eso no implicará que dejemos de lado la lucha en pro de la auténtica democracia representativa.
Como he explicado antes, esa confrontación no podrá definirse más en términos de oficialismo-oposición, sino de régimen de facto-resistencia. Cuando hay poderes libres y autónomos, cuando se respetan los fueros reales del Parlamento, del Poder Judicial, el Ministerio Público y el Tribunal Constitucional los discrepantes pueden oponerse, es decir pelear sus perspectivas democráticamente.
Pero cuando la estructura del poder se hace totalitaria, tal como desde ahora vamos viendo (complicidad del sistema político- administrativo del estado con el castillismo), solo queda aguantar a pie firme y resistir, adoptando todos los métodos de lucha que sean necesarios al amparo de la Constitución que hasta ahora nos rige, y según la cual inclusive es legítimo el recurso a la insurgencia.
El artículo 46 de la carta dice “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, ni a quienes asumen funciones públicas en violación de la Constitución y de las leyes. La población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional. Son nulos los actos de quienes usurpan funciones públicas”. Es clarísimo. ¿Implicará eso la violencia o la lucha armada? Pues esperemos que nunca sea necesario. La historia del Perú desde 1821 a hoy ha mostrado que no somos un pueblo pacífico y que el coraje emerge en situaciones extremas.
Vamos con cuidado, veamos cómo en unos días empezará a deconstruirse la República con la absurda pretensión de una Asamblea Constituyente y la imposición del credo comunista. Observemos, pero también actuemos. La resistencia recién comienza y va muchísimo más allá de la defensa de una candidatura o el enarbolamiento cotidiano del pabellón nacional. Cada quien sabrá qué hacer en el momento necesario. ¡Viva el Perú!
(*) Periodista
(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.