Opinión

El hombre de la estrella (II)

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Como muchos otros grandes personajes, Alan García fue idolatrado, pero también odiado. Recibió formación política del líder y fundador de Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre, del que fue discípulo predilecto. Desde muy joven se caracterizó por su gran capacidad de oratoria, fue un conspicuo dirigente aprista, congresista en tres oportunidades y dos veces presidente de la república. Por ello siempre lo persiguió la envidia. Ante las artimañas de sus enemigos, que lo hostigaron y acorralaron con un ardid artero, con la consigna de verlo en la cárcel, prefirió acabar con su vida para burlarse de ellos con su cadáver.

Alan García explicó su decisión en una carta. “He visto a otros desfilar esposados guardando su miserable existencia, pero Alan García no tiene por qué sufrir esas injusticias y circos. No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riqueza (…) Por eso repetí: otros se venden, yo no”, señalaba en el escrito. “Jamás encontraron nada y los derroté nuevamente, porque nunca encontrarán más que sus especulaciones y frustraciones. Por eso le dejo a mis hijos la dignidad de mis decisiones; a mis compañeros, una señal de orgullo. Y mi cadáver como una muestra de mi desprecio hacia mis adversarios porque ya cumplí la misión que me impuse”, agregó. Y al final pidió que Dios “proteja a los de buen corazón y a los más humildes”.

Sus detractores tratan de perseguirlo aún muerto, pero no podrán borrar lo que hizo este hombre, que pudo haber tenido errores, pero que dejó huella en la historia del Perú.

Alan García se desempeñó como diputado constituyente (1978-1979), diputado (1980-1985) y senador vitalicio (1990-1992). La primera vez que ganó las elecciones presidenciales fue en 1985, cuando derrotó a la izquierda, con su candidato, Alfonso Barrantes, quien tuvo que renunciar a la segunda vuelta electoral al verse sin posibilidades en las urnas. En su primer gobierno, Alan García adoptó erróneas medidas que sumieron al país en una grave crisis económica. Sin embargo, volvió al gobierno el 2006, tras derrotar a Ollanta Humala en segunda vuelta electoral. Y logró reivindicarse.

La trayectoria política de Alan García es objeto de admiración, pero también del desprecio por parte de sus adversarios que, según parece, los hay no solo en el terreno político, sino también en los predios fiscal y judicial. Mientras un fiscal pretende hurgar los celulares de García, pese a que ya no está presente, el Congreso podría aprobar la instalación de una comisión para que investigue los hechos que rodean su muerte. La verdad tiene que salir a flote. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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