Opinión

El equipo rojo empieza a jugar

Por: Hugo Guerra Arteaga

Vladimir Cerrón, el verdadero dueño de la pelota, marca definitivamente la cancha del gobierno ilegítimo de Castillo. “El Partido tiene una brújula que no debe perderse” ha dicho en la última convención de Perú Libre.

Ha advertido también que “si el gobierno se desvía, el partido tiene que rectificar la vía”. En consecuencia habrá un “parlamento popular”; es decir un régimen paralelo, desde el cual funcionará el verdadero poder de los comunistas.

No es nada nuevo para quienes estudiamos el fenómeno marxista en general y específicamente el proceso socialista del siglo XXI que instrumenta la inteligencia cubana, conocida como G2. Un organismo perverso que se infiltró en nuestro país en época de Velasco intentando crear una república soviética, abortada gracias al golpe de estado de Morales Bermúdez en 1975.

Lo más interesante es que ahora sí estamos notificados del rumbo que seguirán no los lapicitos ni los sombreros, sino las fuerzas agrupadas en la Coordinadora Continental Bolivariana (CCB) que es la ejecutora del fraude electoral.

Cierto, los rojos no han “ganado” unas elecciones, han capturado el poder y no les importa la legalidad; pero sí les preocupa la legitimidad y la presencia de los demócratas (mal llamados “la derecha”) en las calles. Tradicionalmente las manifestaciones populares han sido monopolizadas por los marxistas y saber que del otro lado hay una respuesta coherente los inquieta, pues puede concretarse el principio de que las ideas se combaten con ideas y las masas se combaten con las masas.

También está precisado que Castillo es solo fachada sin autonomía; un designado para ocupar un cargo, y sus electores no son lo votantes ciudadanos, sino cúpulas ocultas que se aprestan a cambiar estructuralmente al Perú.

Ese cambio profundo pretenden hacerlo desde la imposición de una nueva Constitución que desaparezca a la República liberal para reemplazarla por una República plurinacional, en la cual el mando no lo tendría un simple presidente, sino el partido único.

Es evidente, además, que Cerrón y los suyos no quieren tibiezas, sino patear fuerte desde el principio. Como ya había adelantado el hoy congresista Bermejo, no quieren perder tiempo ni fuerzas con las “pelotudeces” democráticas.

Y en un mensaje de higiene final Cerrón tampoco está dispuesto a dejarse cercar por caviares, progres y aquella podredumbre izquierdista que ha copado al estado para corromperlo en todos los niveles. Mendoza, los morados, ONG globalistas y demás hoy son simples “invitados”. En castellano, lamesuelas.

El fulbito está a punto de comenzar. El ya dicho dueño del balón no necesita más tiza; ahora reclama tiros al arco y le importa nada si son jugadas maestras o penales, su equipo rojo sale -ojalá que no literalmente- a matar.

(*) Analista político

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