Opinión

El ejemplo de Luis Carlos Galán en Colombia

Por: Omar Chehade Moya

Hay personas que pasan a la inmortalidad, que trascienden después de la vida. Seres humanos que con sus actos y ejemplos se convierten en paradigmas de su pueblo. Ese es el caso del notable líder político colombiano, senador y candidato favorito a la presidencia, Luis Carlos Galán Sarmiento. Colombia fue una, antes de su asesinato, y otra, después de su muerte. Fue tan impecable su trayectoria, que ni las balas homicidas que le dispararon a boca de jarro los sicarios del narcotraficante Pablo Escobar en la aciaga noche del 18 de agosto de 1989 en la plaza de Soacha, pudieron acabar con su recuerdo, con su obra, su lucha y sus ideales que legara para Colombia.

El impacto de su muerte física produjo que el 2016 el Consejo de Estado colombiano declarara delito de lesa humanidad el crimen de Galán. Cuando el sábado 26 de abril de 2014 llevé expresamente a su hijo, el senador Juan Manuel Galán Pachón a una reunión en Lima con el presidente Alan García, quien fue amigo de su padre, le dijo: “El asesinato de tu padre fue un atentado contra toda Colombia. Luis Carlos Galán es el más grande orgullo de esa maravillosa nación”. Era tal el pavor de los corruptos, narcotraficantes y terroristas de que Galán ascendiera a la presidencia y pusiera en práctica las reformas políticas, institucionales, económicas y sociales, que prepararon su magnicidio apostando a 70 sicarios premunidos con subametralladoras en el meeting de campaña. A su sepelio asistió un millón de personas.

En su carrera, Galán exhibía su verdadera estatura política y su amplia preparación en los temas fundamentales que trataba con impresionante habilidad para el análisis, en medio de una fluidez verbal capaz de cautivar cualquier auditorio. Sentía confianza en sus propuestas, seguridad en su discurso, dejando ideas bien cimentadas que quedaban rondando en la cabeza de sus oyentes. Para estructurar esos contenidos convocaba a las más representativas autoridades en cada materia.

Galán no conocía el cansancio, su inclinación por el trabajo estaba disponible día y noche, y la enorme energía que manejaba le permitía fijar la atención sin que la fatiga lo agobiara o lo venciera. Su legado en Colombia fue el comienzo del fin de los corruptos, de los grupos violentos y narcotraficantes, promoviendo la sinceridad en la clase política, pues tuvo claro que era necesario denunciar el clientelismo y la corrupción al interior de las colectividades. Galán pensaba en la grandeza antes que en el éxito efímero. Con él, Colombia fortalece sus instituciones y reforma los partidos. Galán sostenía que: “la democracia es fruto de una civilización política. Si no existe una conciencia colectiva sobre la libertad, la igualdad y la responsabilidad que son valores de la democracia, el sistema es ficticio e inestable”. Ahora que en Perú hay escasez de valores políticos, es bueno recordar la popular arenga de Galán: “¡Por mi patria, siempre adelante, ni un paso atrás, y lo que fuera menester, sea!”.

(*) Exvicepresidente y excongresista de la República.

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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