Opinión

El cuento de la Segunda Reforma Agraria

Por: César Sandoval Pozo

Bastaron siete meses para desnudar “La Segunda Reforma Agraria”, anunciada a partir de la segunda vuelta electoral, recogida del plan de la fracasada izquierda caviar.

Mientras “la primera reforma agraria”, implementada por Velasco Alvarado, tuvo como eje principal la redistribución de la propiedad agraria, bajo el lema de “la tierra para quien la trabaja“ -cuyo saldo ha sido el minifundio, el abandono rural y la pobreza migratoria del campo a la ciudad-, la denominada “segunda reforma agraria” carece de eje político y estratégico; pero además, por los hechos y resultados obtenidos, no tiene sentido seguir insistiendo en algo que ni siquiera ha sido definida como política, plan, programa, proyecto o actividades nacidas de la improvisación y la coyuntura.

Los mensajes lanzados por el gobierno de Castillo han sido distintos y variopintos, desde aquellos que sostienen que el eje estratégico “podría” ser el agua o el crédito, o la investigación, la tecnología y la reconversión productiva hasta la manoseada y a la vez vapuleada agricultura familiar, sin faltar quienes sostienen que la segunda reforma agraria consistiría en el incremento del presupuesto público, la reingeniería institucional del Midagri y sus organismos adscritos; inclusive, la seguridad alimentaria y la descentralización política y administrativa de la gestión agraria. Pero lo cierto es que nada bueno ni nuevo se avizora en este sacrificado y difícil camino a seguir por el desolado mundo del productor agropecuario, quien permanece cargando sobre sus hombros el viejo drama de la incapacidad de nuestros gobernantes de turno; mientras tanto, el agro sigue en el absoluto abandono que nos dejó, vergonzantemente, Humala, PPK, Vizcarra y Sagasti. Sin embargo, lo grave es que el piloto automático adoptado desde años atrás, se expresa en la corrupta, inepta y pésima administración de los escasos recursos destinados a combatir la pobreza rural. Solo se observa “más de lo mismo” con una rémora ministerial que “no pone ni enclueca”.

Lo cierto y real radica en que estamos ante un panorama gubernamental hueco y vacío, sin mensaje y sin mensajeros idóneos y decentes, que busque mitigar al menos el dolor y sufrimiento del campo y las crecientes necesidades de una ciudad cada vez más sedienta y cada día más hambrienta. Aunque parezca apocalíptico, estamos ante un escenario agrario extremadamente crítico, gobernado por la farsa y la estafa pública: donde la segunda reforma agraria es la inminente destrucción de la confianza del hombre del campo, de la producción y de la esperanza.

Lo cierto es que sin liderazgo y sin norte, lamentablemente, es inminente que la gestión pública agraria vaya hacia el fracaso.

El agro requiere como el país, de lideres probos y consecuentes, capaces de sacarnos no solo del largo letargo sino fundamentalmente de la cruel pesadilla originada en las urnas.

Se han dictado normas y disposiciones aberrantes como la reciente para crear los fracasados Comités de Administración Temporal (CAT) en grosera transgresión de la Ley de Recursos Hídricos y de la propia Ley Nº 30157, Ley de las Organizaciones de Usuarios de Agua, como tenue remedio de la crónica enfermedad que adolece la Autoridad Nacional del Agua y que es impostergable abordar con la firme decisión de las organizaciones de usuarias unidas, porque UNIDOS TODO LO PODEMOS, DIVIDIDOS NADA SOMOS.

(*) Abogado y analista político

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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