Opinión

¡Defendámonos… estamos amenazados de muerte!

Por: Fernando Cillóniz Benavides

Muchos peruanos – políticos, periodistas, intelectuales, gremialistas, académicos, etc. – minimizan la extrema gravedad de los actos delincuenciales que se perpetraron últimamente, en diversas regiones del sur del país. Incluso, en Lima Metropolitana, en las inmediaciones de las sedes institucionales más representativas del Estado.

Me refiero a los actos terroristas que ocurrieron a raíz del pretendido golpe de Estado del 7 de diciembre pasado, incluida la disolución del Congreso, la intervención de la Fiscalía de la Nación, y demás.

Un arranque dictatorial del entonces presidente Pedro Castillo, explicado básicamente porque ya no se podía tapar la corrupción presidencial, la cual aparecía un día sí y el otro también, de boca de sus más cercanos excolaboradores.

En ese sentido, es pro terrorismo, filo terrorismo, apología del terrorismo – o como quieran llamarle – minimizar la violencia extrema de los bloqueos de carreteras, ataques a aeropuertos, quema de locales y viviendas particulares, saqueo de centros comerciales, destrucción de fábricas privadas, quema de ambulancias y destrucción de todo tipo de vehículos, eliminación de expedientes judiciales, extorsión a choferes y pasajeros atrapados en los bloqueos, agresión humillante y a mansalva a policías desarmados, incluido secuestro de efectivos policiales, entre otros, y a pesar de todo ello, decir que los peruanos tenemos derecho a protestar pacíficamente.

¡Ya pues! terroristas, pro terroristas, filoterroristas, o apologistas del terrorismo… lo mismo es. Todos son iguales.

Aprendamos a identificarlos. Critican a la Fiscalía – o a la Policía – cuando detienen a delincuentes terroristas en flagrancia. Denuncian al Estado – a la presidenta Boluarte, a los ministros, y a los policías y soldados que enfrentan a las turbas desbocadas – cuando intervienen para restablecer nuestros derechos al libre tránsito, a nuestra libertad de trabajar, a la inviolabilidad de las propiedades públicas y privadas, y a nuestra seguridad personal y patrimonial. Nunca atribuyen ninguna responsabilidad a los delincuentes terroristas – ni a sus azuzadores – de las muertes y heridos que inevitablemente ocurren en asonadas tan violentas y subversivas.

Sin embargo, nuestro enemigo – el terrorismo – es tan violento y desalmado que llega hasta el extremo de sitiar pueblos enteros para que muchos compatriotas no puedan movilizarse y se queden sin alimentos, sin agua, sin medicinas, sin energía… y se rindan.

No obstante, cada vez se ven más reacciones de la ciudadanía – harta, indignada y desesperada – contra delincuentes terroristas que pretenden sojuzgarnos. Efectivamente, ante la permisividad e inacción del Estado, no queda otra alternativa que luchar contra los delincuentes, por nuestra cuenta y riesgo.

Por otro lado, ¡qué difícil resulta tener que defender al Estado! Este Estado inoperante, maltratador y corrupto que todos conocemos. Incluso ¡qué difícil resulta tener que defender a la Policía y al Poder Judicial! cuando ¿quién no ha vivido en carne propia la corrupción y crueldad de algunos malos policías y jueces?

Sin embargo ¡cómo no reconocer la integridad y desprendimiento de todos aquellos policías, soldados y jueces que están arriesgando sus vidas por nosotros! Difícil… muy difícil momento el que estamos viviendo. Pero ni modo ¿democracia o autocracia? ¿libertad o esclavitud? ¿paz o terrorismo? ¡Esa es la guerra que estamos enfrentando, hoy! ¡Esa es la guerra que tenemos que vencer, hoy! Por ello ¡defendámonos… estamos amenazados de muerte!

(*) Expresidente regional de Ica

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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