Opinión

De “comepollos” a “robasueldos”

Por: Martín Valdivia Rodríguez

La política en el Perú ha llegado a niveles de subsuelo y su degradación es escalofriante. Lo peor es que las tropelías de los políticos —sean estos presidentes, ministros, congresistas, etc.— cada vez más se pasan por agua tibia, se encubren, se apañan y se olvidan. Y en ese trajín se normalizan, se vuelven un problema común, cotidiano. Antiguamente, los “robasueldo” y los “comepollo” eran desaforados, investigados y enviados a prisión. Ahora, no. No pasa nada. Es como si las reglas de la moral y los códigos de la ley hubieran cambiado, pese a ser los mismos. Como si se hubiera bajado la valla de la honestidad y la decencia.

En septiembre del 2008, el Congreso desaforó al parlamentario José Anaya por haber declarado consumo de pollo a la brasa por 1,000 soles durante tres días. Tres años después, el Poder Judicial lo condenó a cinco años de cárcel y al pago de 50 mil soles de reparación civil a favor del Estado.

Otro caso emblemático. En diciembre del 2013, Michael Urtecho fue destituido del cargo de congresista e inhabilitado por 10 años para ejercer cualquier cargo público al habérsele encontrado culpable de recortar los sueldos de sus trabajadores para beneficio propio.

El caso de Urtecho es más complejo porque también está comprometida su esposa. Le dieron arresto domiciliario y la Fiscalía pidió para él 24 años de cárcel, pero el juicio sigue hasta ahora, después de 10 años.

A José Anaya (a) “Comepollo” se le imputaron los delitos contra la administración de justicia, contra la fe pública y contra la administración pública en la modalidad de peculado. A Michael Urtecho (a) “Robasueldo”, apropiación ilícita, asociación Ilícita, colusión, peculado, negociación incompatible, enriquecimiento Ilícito y malversación de fondos.

Desde lejos se nota que el caso de Urtecho es más grave que el de Anaya. ¿Entonces por qué al “Comepollo” le dieron cinco años de prisión y al “Robasueldo” solo arresto domiciliario y hasta ahora sigue su juicio? Anaya es un humilde profesor de matemáticas y manualidades, nacido en Aija, una provincia de la sierra de Áncash. Urtecho, en cambio, es natural de Trujillo, ciudad costeña de La Libertad, y su profesión ingeniero químico. Tal vez por eso no se les mida con la misma vara.

Sin embargo, a Urtecho por lo menos lo desaforaron y le abrieron un juicio que posiblemente termine enviándolo a la cárcel. Varios políticos de los actuales tiempos están acusados de delitos más graves aún, pero siguen en sus puestos y no los tocan ni con el pétalo de una rosa. Realmente, la justicia de cabeza en el congreso. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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