
Cuando uno visita algún pueblo del interior del país se da con una realidad muy diferente a la que acostumbramos presenciar todos los días en las grandes urbes como Lima. En Ayacucho nos acogen con hospitalidad y a simple vista se nota que los lugareños viven orgullosos de su terruño, de sus costumbres, de su música, de su idiosincrasia. Llegamos en misión periodística a la Pampa de la Quinua, en Ayacucho, donde comprobamos, in situ, por qué el presidente Pedro Castillo tiene tanta conexión con lo que los sociólogos denominan el Perú profundo.
Esa relación especial de Castillo con los pueblos del interior del país, que le valió el respaldo suficiente para ganar en las urnas y erigirse como presidente constitucional de la República, la pudimos comprobar en esta sorpresiva visita a Ayacucho, hasta donde nos condujo ese prurito que tenemos los hombres de prensa por llegar al lugar de los hechos para contar nosotros mismos la historia y no esperar que otros nos la cuenten. Información de primera mano, le dicen.
Como se recordará, fue un 9 de diciembre de 1824 cuando se selló la independencia del Perú y América en esa Pampa de la Quinua donde ayer Pedro Castillo deseó juramentar nuevamente como presidente constitucional, y aprovechó la oportunidad para nombrar como nuevo Primer Ministro al congresista por Cusco, Guido Bellido, ante la expectativa de la población.
Muy respetuosamente los ayacuchanos honraron la visita del Jefe de Estado, buscando que al menos los mire y les brinde un abrazo. Y Castillo no solo les dirige la mirada, también los saluda con la mano en alto y una sonrisa. Su esposa Lilia Paredes, a su lado, hace lo propio.
El presidente tiene mucho aprecio por sus antepasados, sus ancestros, ese árbol genealógico cuyas ramas lo conducen hasta los incas. Por eso su mensaje de 28 de Julio en Lima y el dado en Ayacucho son como una proclama de reivindicación del pasado y de orgullo por el legado, por una herencia acorazada de dignidad.
Por esa razón, también, aceptó juramentar simbólicamente en la Pampa de la Quinua, un santuario patriótico no solo del Perú sino de América, pues en esta llanura, a más de 3.200 metros sobre el nivel del mar, se selló la independencia con el triunfo del ejército patriota sobre el realista. La historia es como un libro y una brújula, pues enciende la luz y señala el camino. Castillo lo sabe. Porque lo que digo siempre lo firmo.