
Matilde Pinchi Pinchi es quizá la colaboradora eficaz más importante de todos los tiempos en los procesos judiciales sobre casos de corrupción en el país. En 1998 ingresó a brindar sus servicios en el SIN (hoy desaparecido), donde conoció a Vladimiro Montesinos. Entonces tenía 45 años, curiosamente la misma edad de Zamir Villaverde, quien ha asumido la función de delator de amigos, colegas y compañeros de correrías. La Pinchi Pinchi habló con pruebas, mientras que Villaverde hasta ahora solo ha dado su palabra, tan desacreditada como su deteriorada imagen de vergonzosos antecedentes.
Hasta hace unos días, Karelim López, la lobista que visitaba Palacio de Gobierno y la casa de Sarratea, se perfilaba como la sucesora de Matilde Pinchi Pinchi e intentaba acreditar sus tristes credenciales con acusaciones graves, pero tampoco ha presentado pruebas. Ahora, el que pretende dar información más detallada y de primera mano sobre los entripados que supuestamente envuelven a los círculos más altos del poder, a cambio de que le reduzcan algunos años la pena que le esperaría, es el tal Zamir Villaverde, quien está recluido en el penal Ancón I.
La secretaria del SIN cumplió un papel decisivo en la historia de la corrupción del Perú como colaboradora eficaz de un proceso que terminó con la condena de su exjefe, Vladimiro Montesinos, a 25 años de prisión. Sus confesiones, de paso, arrasaron a la cárcel a otros personajes vinculados al régimen de Alberto Fujimori y su asesor Montesinos.
Convertida en la persona de mayor confianza de Montesinos, Matilde Pinchi Pichi custodiaba los famosos “vladivideos” y ocasionalmente también grababa las reuniones en el SIN con diversas personas de la política, los negocios y el espectáculo.
La información que obtenía la secretaria del SIN no solo era de oídas o producto de pegar la oreja detrás de las puertas de su jefe. Ella no solo fue testigo ocasional de arreglos bajo la mesa de supuestas licitaciones ilícitas o nombramientos vía “tarjetazo”, sino que conocía de millonarios pagos a políticos y empresarios, los que relató con pelos y señales.
Karelim López y Zamir Villaverde, en cambio, hasta el momento son dos personajes oportunistas de oscuros antecedentes que se codearon con la crema y nata del poder de hoy para inmiscuirse en negocios turbios.
Ahora pretenden convencer a jueces y fiscales con sus versiones de los hechos, pero hasta el momento no han presentado ninguna prueba fehaciente. Deben saber ellos que, si lo que revelan no se condice con la verdad y caen en contradicciones, perderían la categoría de colaboradores eficaces y no tendrán la suerte de la Pinchi Pinchi y terminarán muchos años tras las rejas. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.