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Así asesinó Sendero a la beata “Aguchita”

Religiosa peruana fue acribillada por una terrorista en 1990 en una comunidad de la selva central y el papa Francisco reconocerá su “martirio”

La Santa Sede ha anunciado la beatificación de María Agustina Rivas López, conocida como “Aguchita”, una religiosa peruana que fue asesinada por Sendero Luminoso en una comunidad de la selva central, donde ayudaba a los nativos asháninkas. Ella fue miembro de la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor y su obra ha llevado al papa Francisco a anunciar que reconocerá “el martirio” que sufrió por servir a los pobres y desvalidos en nuestro país.

María Agustina Rivas López nació el 13 de junio de 1920 en la provincia de Coracora, departamento de Ayacucho. Pasó por varios lugares del Perú pregonando su fe y sirviendo al prójimo, hasta que el 27 de septiembre de 1990, cuando servía en el Vicariato de San Ramón, en la provincia de Chanchamayo, en Junín, fue abatida por las huestes senderistas, que por esos años aún asolaban el país.

“Aguchita”, diminutivo de Agustina, como le decían de cariño era hija de Modesta López de Rivas y Dámaso Rivas.

Era la mayor de 11 hermanos y uno de ellos, César, fue sacerdote redentorista. “En 1938 estuve en Lima, visitando a mi hermano… En esta ocasión tuve mi primer encuentro con las hermanas del Buen Pastor. Sentía dentro de mí el llamado de Jesús: Sígueme. Después de un discernimiento vocacional emprendí la fantástica aventura de ser misionera de la misericordia”, relata María Agustina en sus memorias.

MISIÓN APOSTÓLICA

Fue así como se integró a la congregación de las Hermanas del Buen Pastor. “En octubre recibí el hábito y un nombre nuevo: Agustina. Para las hermanas fui siempre ‘Aguchita’. Durante el tiempo de mi noviciado, mi padre fue llamado por Dios. El 8 de febrero de 1945 pronuncié mis votos… A través de esta alianza realicé mi compromiso con la persona y la misión de Jesucristo. Hice mi profesión perpetua en1949”, agrega.

En 1952 murió su madre y María Agustina vivió por varios años en Barrios Altos, en Lima. “Trabajé siempre con mucho amor en diversas casas, y en diversos trabajos con gran disponibilidad. Asumí un cierto liderazgo: en la familia, yo era la mayor. Aprovechaba la noche para organizar mi trabajo y también para rezar. Me gustaba mucho quedar en la presencia de Dios, donde siempre encontraba fuerzas para ayudar a los necesitados. Tuve siempre contacto con las jóvenes”, recuerda en sus memorias.

Le gustaba reemplazar siempre a alguna hermana que estaba de vacaciones, cuidar a las enfermas y ayudar en los encuentros y asambleas. “De 1970 a 1975 pasé con las hermanas contemplativas, cuidando a una hermana que estaba enferma”, agrega.

LA FLORIDA

‘Aguchita’ hizo parte de una pequeña comunidad en Salamanca, siempre se reunía con su familia en Lima y se integró a la comunidad del noviciado. Hizo un retiro ignaciano de 30 días y el padre que las acompañaba le decía: “Aguchita, tú vives con un pie en el cielo”.

En 1987 decidió viajar a la selva central para servir a los más necesitados en la zona de emergencia en La Florida, en San Ramón. Desde hacían 11 años la congregación de la Caridad del Buen Pastor hacía presencia allí.

En febrero de 1989 hizo un retiro sobre la “no violencia” en Lima. “El día de mi cumpleaños fui muy agasajada. En septiembre parecía que caminaba a pasos agigantados para la eternidad. Parecía estar viviendo los últimos años de mi vida. Fue una alegría muy grande la visita del Padre Raúl, que se quedó con nosotros por tres semanas”, añade.

MARX, MAO Y LENIN

En 1990 permaneció más tiempo en Lima, después de las vacaciones, para un tratamiento médico. En abril estuvo en el noviciado, esperando una vacante para operarse de cataratas. Esperó dos meses y decidió volver a la selva, dejando la operación para diciembre.

“Con los gritos: ¡Viva Marx, Mao, Lenin, presidente Gonzalo! ¡Ejército guerrillero comunista peruano! ¡Sendero Luminoso!, acostumbraba visitar a nuestros pobladores. Disparaban, entraban enmascarados, pintaban muros y de vez en cuando dejaban muertos y heridos. Un día nos visitaron sin máscaras. Eran tres jefes de 27 a 30 años. Dijeron que no nos preocupáramos, que nuestro trabajo era digno de respeto. Eran tiempos de elecciones. Fuimos a Lima para estudiar algunos cursos, a hacer el retiro”, narró cuando aún estaba en Lima.

Luego de estar una temporada en Lima, “Aguchita” regresó a la selva central. La hora fatal llegó el 27 de septiembre de 1990. Al pueblo de La Florida llegó un grupo de 15 a 18 jóvenes, incluyendo niños de 10 a 12 años. Todos tenían que asistir a la reunión en la plaza. Ella estaba haciendo dulces con las niñas y salió a cortar unos limones. Una joven la vio y la obligó a ir a la reunión.

EL DÍA DEL CRIMEN

María Agustina fue primero a apagar la cocina. La joven le dijo al jefe senderista que ella yo no había obedecido. El jefe del grupo le ordenó a salir al frente y colocarse al lado de las personas cuyos nombres estaban en su lista. La asamblea duró una hora.

El jefe habló sobre Sendero Luminoso. Al final, leyó la lista de las cinco personas que serían ejecutadas, allí citaban el nombre de hermana Luisa, de la Congregación del Buen Pastor. Como la hermana no estaba le dijeron a ‘Aguchita’: “Tú pagarás por ella”.

La acusaron de “trabajar con los asháninkas”, “hablar de paz y no hacer nada”, “distraer a las niñas con caramelos” y otros “delitos”. María Agustina juntó las manos y quiso arrodillarse, pero le flaquearon las piernas. Una joven de unos 17 años le disparó cinco balazos.

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