El Señor de los Milagros es la más grande procesión del mundo. Es una tradición que forma parte de la fisonomía y la identidad del Perú. Cada mes de octubre las calles de Lima se tiñen de morado y el Señor las recorre recogiendo los ruegos de sus fieles y derramando sus bendiciones.
La procesión no es solo parte de la fe de los católicos, es parte de nuestra identidad cultural. Las labores de su hermandad y los trabajos de las sahumadoras, son sin duda parte de nuestro patrimonio cultural inmaterial.
Un momento estelar del recorrido del Señor es cuando entra en la Plaza de Armas, una marea morada llena el tradicional espacio y es cuando el Perú se pone a sus pies. No en vano están en esa plaza el Palacio de Gobierno, la Municipalidad y la Catedral. Este año se esperaba ese momento cuando después de dos años de ausencia se podría llegar por los jirones Conde de Superunda o Callao que se encuentran remodelados y peatonalizados. Sin embargo, no será así.
El procedimiento es el siguiente. La hermandad presenta al señor arzobispo de Lima la propuesta de recorrido y así se hizo. Se consideró que como ha sido desde hace 350 años el 18 de octubre el señor llegase a la Catedral. Pero esta vez, monseñor Carlos Castillo, el arzobispo rojo de Lima, que desprecia a Cristo y la tradición, se ha negado. Lo ha mandado a recorrer la avenida Emancipación y no llegará a la Plaza de Armas. La hermandad no ha podido hacer otra cosa que obedecer y ya pidió autorización a PROLIMA para ese nuevo recorrido, que por primera vez en la historia impide al Señor de ingresar a la Plaza de Armas y recibir el homenaje que merece.
En la carta de autorización de PROLIMA el propio arquitecto Bogdanovich lamenta que no se haga el recorrido tradicional. Lo cual descarta que el despropósito tenga que ver con alguna obra de remodelación del centro histórico de Lima.
Esa es la triste situación de la iglesia peruana. Un pobre hombre que ya antes declaró que nadie se convierte ante el Sagrario, que tuvo como personal de confianza a feministas abortistas, que presentó una falsa imagen de Santa Rosa como luchadora social cansada de la iglesia “vacía” de su tiempo, que usa el lenguaje inclusivo y que según el testimonio de su propio sobrino no cree en las apariciones marianas y se apropió de la herencia y propiedades de su hermano, es nuestro arzobispo. No llama la atención que ahora le cierre las puertas al Señor de los Milagros.
Es el momento de expresar nuestro rechazo por esta terrible noticia. El arzobispo de Lima no es el dueño de la iglesia, ni de las costumbres, ni de la tradición. No tiene ningún derecho a impedir que el Señor de los Milagros llegue a la Catedral. Los fieles peruanos exigimos que rectifique esta decisión.
(*) Analista político
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