Opinión

Apuntalando el camino a la victoria

Por: Ángel Delgado Silva

Nunca en la historia republicana –solo comparable al trágico desenlace de la Guerra del Pacífico– el Perú ha vivido un momento tan dramático. A la sombra del totalitarismo inherente a la ideología del partido oficialista, se añade el desprecio obsceno que las nuevas autoridades evidencian hacia la cosa pública. Si el Estado es la Nación políticamente organizada, su gobierno e instituciones deben estar a cargo de la mejor gente, de los elementos idóneos y los que reúnan las mayores calificaciones profesionales. Por eso es una grave falta de respeto al pueblo, llenar los cargos gubernamentales con una recua de incapaces, aventureros sin experiencia alguna, carentes de título profesional o académico.

Constituye una terrible afrenta al país, especialmente para los millones de ciudadanos que le dieron su confianza, hoy, sin duda, estafados. En vez de servicios públicos de calidad, del funcionamiento eficiente de ministerios y dependencias, de prácticas trasparentes sin corrupción, las sanguijuelas de siempre continuarán cebándose con las granjerías y sinecuras nacidas del favor del gobernante. Y más temprano que tarde observaremos el inmundo espectáculo de sujetos huérfanos de currículum pero con abundante prontuario, convertir el presupuesto público en un botín a repartir.

Estamos asistiendo a la versión andina-criolla de fractura estatal que Lenin aludía en su opúsculo El Estado y la Revolución: “al estado burgués los comunistas no lo administran, simplemente lo destruyen”. Ello explica, quizá, que en lugar de gobierno tendremos una anarquía monstruosa. Estamos plenamente notificados.

Para evitar la catástrofe que se avecina las fuerzas democráticas deberán trabajar con ahínco en tres direcciones. Primero, seguir ampliando y fortaleciendo el movimiento ciudadano gestado en estos últimos meses, el mismo que audacia y valentía ha ganado la iniciativas en las calles, a punto que ya no son monopolio del radicalismo izquierdista. Segundo, estrechar los vínculos con la representación republicana en el Congreso, la cual unitariamente ha sabido ganar la conducción parlamentaria. El pueblo movilizado debe ser representado por nuestros congresistas y estos comprender que su fuerza emerge del ser auténticos representantes de aquél. Esta unidad sagrada, Pueblo-Parlamento, deberá ser indestructible. Y jamás permitir que las campañas del Gobierno y su prensa servil quiebren esta alianza, como en los tiempos de Vizcarra. dándole pie para el cierre del Congreso. Esta será la clave para resistir primero y derrotar luego la ofensiva antidemocrática.

Y por último, la vigencia de medios realmente independientes alzados como un valladar contra el abuso oficialista y con arrojo para denunciar la podredumbre gubernamental. La ciudadanía activa está obligada a desplegar toda su energía para defender la libertad de expresión. para que la prensa libre no sea acallada y que el mensaje redentor llegue a todos los rincones del Perú.

(*) Constitucionalista

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