Opinión

Alan García, Colombia y el Parlamento Andino

Por: Omar Chehade Moya

Hace pocos días estuve con mi querido amigo y distinguido parlamentario andino, Gustavo Pacheco Villar en su merecida juramentación en Colombia, donde iniciamos las plenarias de trabajo de este importante foro de integración regional que reúne a los cinco países del continente: Perú, Bolivia, Ecuador, Chile y Colombia. En Bogotá recordé la última oportunidad en que había estado: el 7 de agosto de 2018, día en que juramentaba Iván Duque como presidente de Colombia. Aquella vez la capital colombiana se despertó con una intensa lluvia, truenos, relámpagos y tempestades.

Estuve invitado por unos amigos políticos de ese país a la juramentación del presidente Duque. Con ellos estábamos terminando de desayunar en el restaurante del tradicional hotel Tequendama del centro de la ciudad donde me encontraba alojado, cuando de pronto observé una enorme figura que aparecía junto a su familia en una de las mesas. Se trataba de Alan García, su señora, Roxanne Cheesman y su menor hijo Federico Danton. No dudé ni por un instante en acercarme a saludarlo. El ex presidente se sorprendió al verme, se levantó de la mesa, me abrazó con aprecio, diciéndome: “don Omar, me imagino viene usted a la juramentación de Duque”, le respondí que sí, y con aires de dominar la escena, me expresó: “anoche estuvimos cenando con el presidente en Andrés Carne de Res”.

Luego me presentó a su familia. Entendí que a esa hora habían adelantado el almuerzo, ya que Duque juraba a las tres de la tarde en la plaza pública del Congreso que albergaría a miles de invitados. Noté a Alan García con el rostro desencajado, su amabilidad conmigo, escondía, sin embargo, una preocupación en sus ojos. Jamás imaginaría que 8 meses más tarde gatillaría sobre su cabeza el revólver 38 Smith Wesson Special (“su viejo compañero” como él mismo lo denominó en su libro de despedida:”Metamemorias”) con el que incluso, en un confuso incidente se había herido la mano antes de abandonar su frustrado asilo en la Embajada de Uruguay en Lima.

Me despedí con un fuerte apretón de manos, me pareció que quería seguir conversando conmigo, pero entendí que no había que importunar un almuerzo familiar. Con García nos juntamos en algunas oportunidades, como la importante reunión de estado acompañando a Ollanta Humala, en mi calidad de vicepresidente electo en junio de 2011 en Palacio de Gobierno, pero en especial, otra más amical en abril de 2014, en casa de un buen amigo en común, el día que le presenté al senador colombiano Juan Manuel Galán Pachón, hijo del asesinado líder liberal, Luis Carlos Galán Sarmiento. Aquella vez, Alan García le había dicho: “Senador Galán, yo fui amigo de su padre, su asesinato en Soacha fue un atentado contra toda Colombia. Con su muerte se esfumó la esperanza de los colombianos, y de muchos de nosotros que amamos su país. Mi segunda patria es Colombia, viví nueve años asilado allí, en un momento pensé en nacionalizarme colombiano, soñaba con ser presidente del Senado de Colombia”.

Cuando regresé a la mesa recordé las innumerables oportunidades que habíamos adversado políticamente con Alan García. Pero también reconocí el liderazgo continental que siempre tuvo. En la Argentina ochentera los jóvenes opositores al presidente Raúl Alfonsín le cantaban: “Argentina, Argentina, queremos un presidente como Alan García”. El Perú creció económicamente de manera notable en su segundo gobierno, siendo la envidia de muchos países. Aquel 7 de agosto, sin saberlo, fue la última vez que dialogué con el ex presidente. Premonitoriamente como película de suspenso de Alfred Hitchcock, la lluvia y los rayos reventaban sobre el Hotel Tequendama de Bogotá. El macabro acto, lamentablemente, vino con su suicidio el trágico 17 de abril de 2019, con el que se esfumaría la esperanza de muchos de sus seguidores. Que en paz descanse.

(*) Ex vicepresidente y ex congresista de la República

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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