Opinión

A sus marcas…listos

Por: Víctor García Toma

Las apariencias indican que todo seguirá igual. La presidenta, desde la irrealidad como antídoto a la verdad, en cada una de sus intervenciones “públicas”, seguirá llenando titulares en los medios con frases comprometidas con lo bufonesco o el sarcasmo sinceramente desprevenido.

La población circundante será invitada a participar de lejos para no manifestar su descontento, por una policía cada vez más interesada en servir de cohorte, antes que brindar seguridad y combatir la delincuencia.

El gabinete seguirá erguido en su tarea de acompañarla con lealtad servil. En el medievo era muy común rendirse al apotegma aquel de: “se mediocre, inclínate con esmero y llegarás a todo”. Probablemente no habrá cambios. Es el personal apropiado para caminar en la irrealidad puesta como coraza.

Ciertas bancadas del Congreso seguirán dando cuenta, a gusto de los leninistas insepultos, de aquello de “establo parlamentario.” Los mochasueldos, los “niños” y los mecánicos del arreglo legislativo, seguirán siendo prueba de que una epidemia en el alma circunda la Plaza Bolívar. Las “homilías” de Castillo y Barreto seguirán rindiendo culto al activismo con sotana. Felizmente ellos no representan a la iglesia incardinada en el corazón de los peruanos.

Del sistema de justicia no es necesario hablar. Conocemos su pasado y su presente. Su invulnerabilidad al cambio forma parte de su ser institucional.

Las ONG con menos consultorías, veedurías, observatorios, no cejarán en su intento de controlar el poder. Hacer política formando partidos es tedioso, poco rentable y casi seguro descalabrado ante el presumible fracaso electoral. El entusiasmo por vivir mamando del Estado seguirá siendo indesmayable.

Pero la luz del optimismo tendrá la oportunidad de reaparecer, ya que pronto tendremos la opción de renovar a buena parte de la clase política y comenzar holísticamente a construir prudentemente un sistema de justicia alejado de la ineptitud, pereza y sicariato político.

Es posible que, en este tiempo nuevo, se pueda imponer una agenda ciudadana que nos permita recuperar la fe, el optimismo y la esperanza en las instituciones. Para ello se requiere una ciudadanía responsable, avispada, prevenida.

Que esta vez no nos empuje la “hermosa” apariencia de la falsedad; los gritos de los que solo hablan de odio, destrucción y hacen gala del populismo cada vez más enfrentado al sentido común y el recto propósito. Apartemos nuestra voluntad electoral de los bribones de turno, carentes de talento y reputación. Démosle la espalda a los que ofrecen matonería, en vez de programas.

En medio del estropicio institucional de buena parte de las organizaciones políticas, escojamos la propuesta que cabalmente pueda ofrecer experiencia, firmeza en el propósito; y que cuente con un equipo de gobierno idóneo, solo sumiso a los grandes intereses de la patria.

Encontrándonos al borde del abismo moral, no escuchemos al lisonjero que nos invita a dar el paso hacia adelante. Reflexionemos con sensatez: Hagamos consecuente la gala de civismo y responsabilidad. Que esta vez no gane nuestra propia estupidez.

(*) Expresidente del Tribunal Constitucional

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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