
El ataque al bus del Corredor Rojo la semana pasada en el distrito de Ate, el ataque a un omnibús de una línea de transporte público en Chorrillos iniciando la semana, ambos eventos con disparos a los vehículos con pasajeros en su interior, y en dos extremos diferentes de Lima ciudad capital, y los diarios asesinatos por sicariatos que crecen día a día; no son hechos aislados ni una simple expresión de violencia callejera. Es, en realidad, una señal clara y alarmante del empoderamiento del crimen transnacional organizado en el Perú. Lo que estamos viendo no es solo delincuencia o crimen local común, sino el avance sistemático de redes criminales transnacionales que desbordan las fronteras y que ya están controlando territorios, imponiendo sus reglas y reemplazando la autoridad del Estado para dominar las economías ilegales en el país.
Las franquicias locales del crimen trasnnacional organizado ya no se esconden: se exhiben. Controlan rutas de transporte, financian flotas de buses y mototaxis como parte de su esquema de lavado de activos, “sancionan” con violencia a quienes se les oponen, y actúan con total impunidad frente a instituciones debilitadas. Ya no hablamos de un Estado en lucha, sino de un Estado que, en varios frentes, ha tirado la toalla. El Ejecutivo no lidera. El Legislativo se entrampa en su necesidad vital de sobrevivir políticamente. Y el Poder Judicial, con fiscales corruptos y cárceles de las que se fugan delincuentes como si fueran coladeros, se vuelve irrelevante. En paralelo, los sectores empresariales de derecha miran para otro lado mientras sus cuentas sigan en azul, y los sectores radicales de izquierda insisten en propuestas que terminan por desbaratar aún más a la única institución que aún da la pelea: la Policía Nacional.
Tenemos una policía militarizada en emergencia y pronta a ser refundada, donde su mejor fuerza el día de hoy es la disciplina de sus mejores elementos; ellos deben tener muy claro que a más dificultades, más disciplina, a más injusticia, más disciplina, ante la infiltración del crimen y ante las fuerzas desestabilizadoras, sólo más disciplina y más valores será lo único que la mantenga a flote. Pretender fusionar Escuelas de Oficiales y Suboficiales como una solución mágica solo profundiza el problema. Sin una policía disciplinada y operativa, el país queda completamente expuesto.
Y frente a todo este crítico panorama, entre fracasos estrepitosos de los llamados “Estados de Emergencia”, y estrafalarios “cuartos de guerra” que se activan y desactivan, sólo una realidad aparece en el horizonte: los tres poderes del Estado han Tirado la Toalla frente al crimen transnacional organizado que se prepara para actuar empoderado frente al reciente convocado proceso electoral.
*Exdirector Nacional de Inteligencia del Perú (DINI).
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