
Acaba de conmemorarse el 28.º aniversario de la operación de rescate de los rehenes de la residencia del embajador del Japón, acción heroica de los denominados comandos “Chavín de Huántar” protagonizada por miembros de nuestro Ejército y Marina de Guerra.
Recordemos que el 17 de diciembre de 1996, terroristas del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), bajo la conducción de Néstor Serpa Cartolini, tomaron por asalto la residencia del embajador del Japón y mantuvieron como rehenes a cientos de personas que fueron paulatinamente puestas en libertad. Las que quedaron recluidas y en precaria situación por 126 días fueron liberadas el 22 de abril de 1997, salvo los militares Valer y Jiménez que, junto con el juez Ernesto Giusti, perdieron la vida.
La exitosísima operación militar en cuestión es estudiada en las principales escuelas de las Fuerzas Armadas del mundo como ejemplo de valentía, preparación y feliz ejecución.
Como era de esperarse, discursos van y vienen, tanto en el Congreso de la República como en el Poder Ejecutivo, pero eso no puede ser todo, por más buenas intenciones que hayan tenido los que programaron los homenajes. Se requiere muchísimo más, pues hay que dar a conocer a las generaciones más jóvenes el daño que hiciera el terrorismo en nuestra patria en esas épocas nefastas, para que no vuelva a suceder y, para que no sea como algunos insisten en llamarlo “conflicto armado interno”.
Felizmente, hay grupos de personas y entidades asociativas que están haciendo una notable acción difusora de la operación Chavín de Huántar, como por ejemplo el documental “El otro túnel”, en el que destaca el empeño de Gisella Sánchez, quien con sus colaboradores lo mostró en el auditorio del “Lugar de la Memoria”. Sin embargo, debería complementarse con su exhibición en el canal del Estado a cargo del Instituto de Radio y Televisión Peruana (IRTP) y de otros canales que deseen hacerlo. También debería exhibirse en escuelas, colegios y universidades.
Pero hay mucho más por hacer, como recuperar la propiedad de lo que fuera la residencia del embajador del Japón para construir allí el monumento que perennice la operación “Chavín de Huántar”, la resistencia de los rehenes y el valor de los comandos.
Asimismo, el Ministerio de Cultura debería revisar las leyendas que existen en el “Lugar de la Memoria”, para explicar las imágenes que allí perennizan la lucha contra el terrorismo, pero que no siempre son coherentes con la verdad.
Nuestras Fuerzas Armadas bien podrían dar a conocer la realidad de lo sucedido con una narrativa acorde con la verdad, que se pueda oponer a cualesquiera otras versiones. Ello podría lograrse en un museo de la memoria real, por ejemplo, en el Palacio Rospigliosi ocupado por la Fuerza Aérea (FAP) o en la casona en esquina de las avenidas Arequipa y Dos de Mayo, en Miraflores, también conducida por la FAP.
Como vemos, no bastan las palabras. Podrá ser muy bello el conocido bolero
“Tan solo palabras”, pero lo que necesitamos son acciones que acompañen a las palabras.
(*) Expresidente del Consejo de Ministros.
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