Opinión

Ucrania o el difícil camino para alcanzar la paz

Por: Ángel Delgado Silva

Tras los infantiles esfuerzos de Volodímir Zelenski y las autoridades de la Unión Europea, por los primeros escarceos entre Donald Trump y Vladímir Putin, pareciera que la calma ha retornado a las crispadas relaciones internacionales. Se ha planteado una tregua de treinta días que ha sido retrucada por la parte rusa exigiendo determinadas condiciones. Entretanto, la guerra no amaina todavía, evidenciando el total fracaso militar ucraniano y de la OTAN. Para salir del estancamiento, se espera una cumbre telefónica entre los presidentes de EE. UU. y Rusia, que resuelva el impasse y conduzca a una solución negociada.

El alto al fuego será el inexorable punto de partida para conquistar la paz. Sin embargo, a partir de allí, se bifurcan dos alternativas antagónicas entre sí: los que esperan que el armisticio les proporcione oxígeno para rearmarse y retornar a la brega, y los que confían en una solución definitiva sobre la base objetiva de la división territorial de Ucrania. Los primeros han perdido la guerra. En tres años no pudieron recuperar ni un centímetro de los óblast perdidos, a pesar del gigantesco apoyo militar de la OTAN y EE. UU., además de las drásticas sanciones económicas a Rusia. Los segundos han vencido en el campo castrense, consolidando el separatismo de la población rusófona del Donbás y el sureste ucraniano. Se dibuja un nuevo mapa geopolítico de la región, prácticamente irreversible.

La administración Trump está en perfecto conocimiento de esta situación. Por eso, a diferencia de los tiempos de Biden, opta por cancelar su intervención y no seguir perdiendo ingentes recursos en un propósito estéril. Ya no será posible continuar batallando. Sin EE. UU., los estados europeos no pueden sostener el esfuerzo bélico en Ucrania, cuyo destino inevitable sería una peor derrota. Por eso les urge finalizar la guerra ahora, antes de que escale a niveles incontrolables.

Rusia emerge del hoyo humillante al que fue sometida tras la desaparición de la URSS. Recobra su posición de gran potencia y afirma sus fueros en sus zonas de influencia. Trump reconoce esta nueva correlación de fuerzas, pero en lugar de ir a una confrontación militar con desenlace nuclear, pacta con ella con el objeto de equilibrar el tablero mundial con el otro titán en ascenso: China. Como resultado de estos ajustes geopolíticos, probablemente se avance hacia un orden mundial de naturaleza tripolar: EE.UU., Rusia y China.

Ante este horizonte, los globalistas “woke” de la UE no se resignan a lo evidente y fuerzan seguir armando a una Ucrania desvalida, para beneplácito de las ganancias de las industrias de guerra; aunque ello nos acerque peligrosamente al apocalipsis. En esto consiste el dilema de la hora.

(*) Abogado constitucionalista.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

 

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