Opinión

Alejandro Toledo y la oportunidad perdida

Por: Omar Chehade Moya

A mediados del año 2000 el Perú enfrentaba una crisis social y política sin precedentes como consecuencia de un régimen dictatorial que no quería dejar el poder, por lo contrario, quería perpetuarse vía fraude electoral y medios de comunicación comprados. En ese momento insurge con simpatía Alejandro Toledo quien, con marchas y liderando manifestaciones populares se enfrentaría valientemente al Gobierno.

El reconocimiento vendría un año después de la huida de Alberto Fujimori al Japón. Vientos de cambio y libertades democráticas se asomaban. Sin embargo, luego de la asunción a la presidencia de Toledo, serias acusaciones ensombrecían su figura: alcohólico, putañero, juerguero, y encima el no reconocimiento de su hija Zaraí.

A esto hay que sumarle diversas mentiras, como que su madre había fallecido en el terremoto de Huaraz en 1970, o que era profesor en la Universidad de Stanford, o que en 1999 no mantuvo una noche de alcohol y lujuria con prostitutas en el Hotel Melody sino que había sido vilmente secuestrado por los esbirros del servicio de inteligencia nacional de Montesinos, Mil historias de mentiras.

Lo cierto es que si alguna virtud tuvo Alejandro Toledo cuando fue presidente de los peruanos, es reconocer a sí mismo y en silencio sus propias limitaciones y poder nombrar a muy buenos ministros y funcionarios en la administración pública. Más allá de la embriaguez o sus noches de alcoba, Toledo no dirigía el país, sino sus eficientes presidentes del Consejo de ministros que designó, así como sus honorables gabinetes y demás funcionarios de su entorno.

Contradictoriamente y para bendición del Perú, nuestra economía se fue fortaleciendo, el crecimiento económico fue sostenido, se afianzaron las inversiones privadas y la democracia y el estado de derecho estuvo garantizado. En resumen, terminó su gobierno en cifras azules tanto en orden democrático como económico.

Al iniciarse el escándalo de Odebrecht le explotaron dos bombas de corrupción en la cara: el caso Ecoteva (a través de esta empresa compró dos millonarios inmuebles que sumaban 5 millones de dólares) y la construcción de la Interoceánica Sur donde recibió 35 millones de dólares mal habidos. Al terminar su gobierno se reunió en una suite de un lujoso Hotel de Río de Janeiro tanto con Jorge Barata como con el propio Marcelo Odebrecht a los que increpó seriamente porque “le debían” un saldo de dinero de la corrupción. Así les dijo: “yo ya cumplí con mi parte, ahora páguenme lo que me deben carajo!”.

En el año 2012, un día que conversé con Toledo en una reunión social a propósito de la investigación que le seguía el Congreso a Alan García, me dijo: “Omar, sepa usted que no hay crimen perfecto”. Tenía razón, hoy, él mismo, Alejandro Toledo ha sido condenado a 20 años y medio de cárcel por corrupción, por los delitos de Colusión ilegal y lavado de Activos.

Con Alejandro Toledo, el Perú en el 2001 perdió la oportunidad de diferenciarse de la mafia gubernamental de la década de los noventa. Una pena.

(*) Exvicepresidente del Perú.

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