Opinión

Bótox político

Por: Omar Chehade Moya

Todos los presidentes de la República en el Perú siempre han comenzado su período gubernamental de una forma física envidiable y han acabado lamentablemente muy deteriorados. Ollanta Humala y Alan García, por ejemplo, que entraron con cabellos largos de color negro azabache, después del quinto año de gestión exhibían cabellera gris, demasiado encanecidos además de una subida de peso abdominal muy prominente.

Alejandro Toledo llegó a la presidencia en el 2001 muy ágil y con la juventud de sus 55 años. Terminado su quinquenio se lo veía seriamente arrugado, con un desgaste muy propio de las grandes preocupaciones gubernamentales, más allá de su conocida vida licenciosa.

Ni que decir de Pedro Pablo Kuczynski que con casi 80 años en el 2016 en su breve gestión de año y ocho meses terminó sin pelos en la cabeza en marzo de 2018. Sin embargo, nuestra jefe de estado, la señora Dina Boluarte Zegarra, es no solo la primera mujer presidente de nuestra historia republicana, sino que debe ser al mismo tiempo, la primera presidente que, a diferencia de todos sus antecesores, termine su gestión mucho más joven y renovada en comparación al día en que asumió su gestión presidencial (diciembre 2022).

Los repetidos bótox que se hace instalar en su rostro y los demás “arreglitos” tanto faciales como capilares hacen ver a una mujer muy distinta a la que llegó a la cima del poder. Ya no solo son los millonarios relojes Rólex que exhibe en su muñeca, sino vestimenta, peinados y cirugías estéticas que la hacen parecer distinta a la mujer provinciana y humilde que cantaba cuando acompañaba en la plancha presidencial y como ministra de estado a Pedro Castillo. Vanidad o mieles del poder, lo cierto del caso es que la novedosa frivolidad de la presidente Boluarte no tendría nada de malo si liderara un buen gobierno.

Si ella tuviese, por ejemplo, “los cojones” de una Eva Duarte de Perón, o de la británica Margaret Thatcher (la “dama de hierro) para liderar como gran estadista los destinos de una nación, nadie diría nada, pues sería una anécdota hasta jocosa aquellos brotes de frivolidad del bótox o los Rólex. Sin embargo, además de la frivolidad que manifiestamente reluce la jefe de estado, vemos un ausentismo en su labor que hace mucho tiempo no recordábamos. La inseguridad ciudadana que vive el país producto del crimen, el sicariato, el secuestro y robo que sufren a menudo los ciudadanos, la hace ver como una mandataria endeble y frívola. Si a esto le sumamos el bochornoso contubernio que tiene con el Congreso de la República, más las metidas de pata cuando se dirige en sus discursos al pueblo, la falta de empleo y la convulsión social, no extraña en lo absoluto el 92% de rechazo popular que tiene contra apenas un lánguido 5% de aprobación a su gestión. Menos bótox y más liderazgo necesita la presidente Boluarte, además de extirpar a ese gabinete ministerial mediocre que ostenta y nombrar a funcionarios que jerarquicen su mandato.

(*) Exvicepresidente del Perú.

*La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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