
Bajo mi presidencia en la comisión de Constitución del Parlamento y ante una serie de proyectos de varias bancadas, aprobamos el dictamen de eliminar la injusta pensión vitalicia y otros beneficios para los ex presidentes de la República. Como consecuencia de la Constitución bicameral de 1979, podría tener cierta justificación dicho sueldo vitalicio para los ex mandatarios, ya, que, dicha carta contemplaba la senaduría vitalicia de los ex jefes de Estado, incluso podían participar de los debates del Senado, con voz pero sin voto, Al derogarse el texto magno de Haya de la Torre, y al entrar en vigencia la Constitución de 1993, torpemente se eliminó la cámara alta, y con esto también la senaduría vitalicia para los ex presidentes, por lo que, no tendría ningún sentido seguir gratificándolos con sueldos perpetuos, carro y chofer del estado, 200 galones de gasolina al mes y una guardia pretoriana que incrementó vergonzosamente el ex presidente Ollanta Humala días antes de culminar su período gubernamental.
A esto hay que sumarle que los últimos ex presidentes del Perú, o están condenados en cárcel por corrupción, o lamentablemente suicidados, investigados, o con procesos de extradición por la comisión de graves delitos. Por tanto, es hasta un clamor popular cortar todo tipo de sinecuras a los ex gobernantes. Sin embargo, en el colmo del desparpajo, el presidente encargado Francisco Sagasti, “cautelando” el beneficio de su bolsillo, observó la autógrafa de ley del Congreso. La norma había sido aprobada a mediados de junio por abrumadora mayoría en el pleno del Parlamento.
La señora Mirtha Vásquez (de afiliación comunista) presidente encargada del Poder Legislativo jugó en pared con Sagasti, y demoró demasiado en enviar la norma aprobada al poder ejecutivo para su aprobación u observación. Según la ley, el presidente tiene hasta 15 días hábiles para poder pronunciarse. Pues bien, de manera tramposa y maquiavélica, Sagasti en coordinación con Mirtha Vásquez, esperó que se cerrara la legislatura el día viernes 16 de julio, y en el último día de plazo que tenía el presidente para pronunciarse, el 19 de ese mes, observó la autógrafa del Congreso, a sabiendas que ya no se podía convocar a sesión del pleno, evitando que nosotros como congresistas aprobáramos la ley por insistencia y poder publicarla a efectos que tenga vigencia. El señor Sagasti es un artista de la triquiñuela política, sin embargo, no es un poeta, es un simple representante de la agenda caviar con doble moral: “La ley para mis adversarios, pero todo para nosotros, en especial, los beneficios y sinecuras”.
En su conciencia entonces quedará, ya no solo el autógrafo y dedicatoria que le solicitó a dos secuestradores terroristas en la Embajada de Japón, sino también, los actos de abusiva interferencia contra el Parlamento para boicotear aprobar importantes reformas políticas como la bicameralidad y la regulación de la cuestión de confianza, así como la elección de los miembros del Tribunal Constitucional. A estas “perlas” se suma el vergonzoso último acto de su gestión, al haberse asegurado una ilegítima pensión vitalicia que el Congreso estaba eliminando, asegurando aún más, la voluminosa billetera de sujetos altamente cuestionados como Vizcarra, Humala, Toledo o PPK. En fin, la historia y la nación lo juzgarán.
(*) Ex Vicepresidente y Congresista de la República
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