Opinión

Nuestra política exterior entre cuentos

Por: Adrián Risco Chang

Cómo pasa el tiempo y las historias. Hace poco, nuestros queridos caviares quisieron vendernos otro cuentazo asegurando que “estamos como Guatemala y que los congresistas anti-JNJ se quedarán sin visa gringa”. Por supuesto que no hay ni lo uno ni lo otro. Tristemente el país centroamericano nos saca ventaja como menos democrático. Las escaramuzas en torno a Vásquez y Tello se han vuelto una guerra de trincheras. Y 130 aún pueden irse a Miami, de paso celebran la bicameralidad.

Por eso, pobre del que se haya dejado encantar. Pero más pobre quien tiene el mito de la “dictadura congresal” frente a las narices y no ve más allá. Porque sí, algo interesante hay detrás. Y es que mientras aquí se destruía la sacrosanta JNJ, el Estado peruano empezó a dar señales de un giro al más alto nivel en sus relaciones internacionales.

Veamos. La luz se hizo a comienzos de mes, cuando Alfredo Ferrero, embajador peruano en Estados Unidos, asumió funciones. Y se enfatizó en la segunda semana, cuando el canciller González-Olaechea inició una gira que culminó el 17 de marzo.

Ambos sumaron goles. Porque además de reuniones con empresarios y compatriotas, los acercamientos con Biden, Pelosi y Blinken -todos demócratas- no son poca cosa. Hubo más que atracción de inversiones y promoción de tamales. Lo que se vio fue una estrategia para reposicionar al Perú en el escenario internacional desde su esfera inmediata: el continente americano. Y como debe ser en términos realistas, ¡se inició con Washington!

Entonces, mientras aquí esta democracia que ya no es democracia seguía muriendo, la Casa Blanca recibía amistosamente a los representantes del gobierno peruano, comprometiéndose además a seguir trabajando “para tener una más y mejor América para todos”.

¿No llama la atención esto en medio de los preparativos para la APEC, las rencillas en torno al Megapuerto de Chancay y la elección de Lima como sede de los Panamericanos 2027?

Realmente sería tonto tomarlo como casualidad.

Política exterior es más que hablar del cuco de la CIDH. Es entender cómo nuestra situación interna, su historia y expectativas, se traducen en el escenario internacional. Además no olvidemos que el Pacífico tiene 2 ejes principales, uno a cada lado del océano. Y si bien Beijing es el primero en comercio e inversiones, además de tener el interruptor de la luz en Lima, es Washington quien puede generar más ganancias inmediatas.

¿Podrá la presidenta ver la hora en la que estamos más allá del oro y los diamantes?, ¿podrá el Congreso empezar a acercarse a ese 5% que aún no lo odia? Probablemente no porque mientras el tiempo pasa seguro aparecerán historias peores. Es que como decía Luis Jaime Cisneros, en el Perú poder se escribe con jota. Y aquí para todos alcanza.

(*) Politólogo de la PUCP

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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