Opinión

Una cachetada a la pobreza

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Por más que el Congreso corrija, enmiende o subsane la ley sobre la exoneración del IGV a productos de la canasta básica familiar, no podrá borrar la cachetada a la pobreza que significó la inclusión de alimentos que están lejos de la mesa popular. Según algunos analistas y políticos, no se trataría solo de un “error”, sino de un acto deliberado y con sospechosos fines, incluir el lomo fino, el faisán, el ganso, la gallina de Guinea y otros artículos inalcanzables para las grandes mayorías, en la lista de productos básicos a los que se les exonerará el IGV.

Aquí no se trata de que “al mejor cazador se le escapa el faisán”, de un error de redacción o una negligencia causada por la ineptitud. Esto, como muchos lo sospechan, parece adrede, con determinados propósitos. ¿A quién beneficiaría la exoneración del IGV a ciertos productos de lujo si los comerciantes, supuestamente apelando a la oferta y la demanda, en sus precios no revierten el beneficio del descuento a los consumidores? Porque a las personas que comen faisán o carne importada no creemos que le interese un comino si le cobran o no el IGV. Si en el proyecto de ley del Poder Ejecutivo se explicaron con precisión los objetivos de la medida y se incluyó la lista de los productos a los cuales se les exoneraría el impuesto, ¿por qué poner al faisán al lado del pollo? El faisán, conocido como manjar de los reyes, en el Perú solo es incluido en las cartas de algunos restaurantes de 5 tenedores.

El faisán más caro cuesta S/2,400 cada pareja. El faisán más barato traído a Lima de Moquegua, donde hay criaderos, bordea los S/500, un platal si se compara con el precio de un pollo entero eviscerado que apenas pasa de los S/20. Por su parte, el kilo de lomo fino en Plaza Vea está entre S/43.50 y S/85 mientras que en Vivanda entre S/80 y S/173, pero hay uno importado de Uruguay que se ofrece a través de cadenas de exclusivas a precios que superan los S/200. ¿Qué tienen que ver esos productos carísimos con la mesa popular, donde la carne de res brilla por su ausencia?

El premier Aníbal Torres se quedó corto a decir que el Congreso había hecho un “entuerto”. Esta no se trata de una ley con nombre propio, pero no se descarta que se haya usado el proyecto del Ejecutivo para meter de contrabando otros productos que no se venden, por ejemplo, el mercado “Limoncillo”, del Rímac; “La Pascana” de Comas; ni el “Lobatón”, de Lince. Un poco más y también incluyen al caviar en la canasta básica familiar, de ¡Ripley!. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

 

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