Opinión

¡Suenan fuerte los tambores de la guerra!

Por: Ángel Delgado Silva

¡Qué lejana, distinta y ajena parece hoy la visión del futuro diseñada por Francis FUKUYAMA en ¿El fin de la historia?, su célebre artículo escrito en 1989!

Su desbordante optimismo y ciega confianza en el triunfo de la democracia política y la economía de mercado –tras la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética en 1991– era incontestable y contagioso. Ese idílico tiempo vivido con frenesí durante la década final del siglo XX, conllevó un incesante crecimiento capitalista y la hegemonía sin rival de los EE.UU. Un flamante escenario globalizado donde la Guerra Fría y su inherente riesgo atómico quedarían atrás.

Por tanto, la inquietud y el miedo de aquellos años cedería el paso a la confianza propia, en un mundo seguro y estable.

Este magnífico sueño se desvaneció el 2008, bruscamente. Un febril manejo financiero desbocó la producción y contrajo el comercio internacional. Y hasta la fecha no da síntomas de recuperación. Una crisis que pone en jaque la dominación globalista, que no ha impedido el ascenso vertiginoso de China, la nueva potencia mundial, ni el resurgimiento paulatino de Rusia. La unipolaridad ya no será más el signo del planeta. Han emergido centros de poder alternativos que disputan entre sí. Y muchos hablan de una “segunda guerra fría”.

Se pensaba que el ascenso de Donald TRUMP quitaría las espoletas de los diferentes conflictos bélicos. Pacificar el orbe para expandir el comercio. Y, en esa medida, facilitar el tránsito hacia un universo con estados nacionales revividos, articulados en bloques regionales. Mas no fue así. Su ostensible fracaso –hasta ahora por lo menos– en concluir la guerra en Ucrania, pese a su obvia insensatez, demuestra su incapacidad de someter los factores militares. Ni los europeos aliados concuerdan en la distensión, ni dentro de USA todos le hacen caso. Por eso, en vez del sosiego anunciado, las contradicciones se agudizan. Y el enfrentamiento parece inevitable.

Con el ataque sorpresa de Israel contra Irán, este clima enrarecido sufrió su máxima convulsión. Nada importó el acuerdo en marcha de controlar el programa nuclear iraní, a instancia de USA. Empero el impacto inicial (asesinatos selectivos de autoridades y bombardeos a arsenales), falló al no postrar a la indómita república islámica. Aunque herido, el país de los ayatolás viene respondiendo golpe por golpe, causando daño inusitado en Tel Aviv, Haifa, Jerusalén y otras localidades israelitas.

Pasan los días y al frustrarse el ataque relámpago se apertura la guerra total y prolongada. El tiempo juega en contra de Israel al no quebrar la pasmosa resistencia iraní. La desesperación de Netanyahu lo lleva a arrastrar a los EE.UU. a la contienda. Si lo consigue, TRUMP cometería un inmenso error: una escalada militar en todo el globo de inimaginables consecuencias.

(*) Abogado constitucionalista

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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