Opinión

Sin vocación, convicción ni ética

Por: Martín Valdivia Rodríguez

¿Se pueden mezclar el agua y el aceite? Las moléculas de agua se atraen entre sí y las de aceite también se unen. De tal manera que el aceite y el agua forman dos capas diferentes y separadas, por más que se les agite. Esta reacción se da en la química, pero no en la política de estos tiempos, pues dos elementos contrarios, opuestos o antagónicos son capaces de limar sus asperezas para unirse por razones como la conveniencia, los intereses o el intercambio de favores. Lo vemos con frecuencia en el Congreso y ahora también en los partidos políticos, donde se están dando mezcolanzas rancias y viscosas.

Max Weber, considerado uno de los padres de la sociología y la ciencia política modernas, es un teórico muy conocido por los periodistas y los comunicadores en general, pues es uno de los primeros que se encargó de investigar el poder de los medios de comunicación de masas o mass media. Weber pronunció alguna vez una conferencia titulada “La política como vocación y como profesión”, en la cual examinó las principales características y cualidades del político profesional moderno.

Decía Wener que “el político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones”. La contraposición que hacía Weber entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad se ha hecho justamente muy frecuente para analizar las complicadas relaciones entre ética y política.

La política es cosa seria. No basta buena voluntad, ser un dirigente carismático o tener mucho dinero para incursionar en la política. Es necesario tener un presupuesto intelectual —no necesariamente monetario—, preparación y las denominadas habilidades blandas, así como valores morales. Por eso Weber decía que es imprescindible practicar la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción. La ética de la convicción vendría a ser el argumento doctrinario y la identificación política e ideológica.

Sin embargo, en la política contemporánea, la de los vientres de alquiler, del transfuguismo y el acomodo propio del efecto camaleón, que no es sino el cambio de colores según la estación, generalmente, parece no haber ni convicción ni ética debido a la ambigüedad, volatilidad y falta de identidad.

Por eso estamos observando el nacimiento de partidos políticos que se arman como clubes fútbol, con jugadores que se cambian fácilmente de camiseta y equipo. ¿Qué vocación, identidad, convicción y ética pueden tener estos políticos? ¿Tienen las cualidades necesarias para seguir en política? Definitivamente, no.Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Ver también
Cerrar
Botón volver arriba