La mayoría de las veces la realidad es superada por la ficción. Sin embargo, en algunas pocas ocasiones, la realidad deja atrás a la ficción. En su novela “El hundimiento del Titán: O la inutilidad”, que fue publicada en 1898, Morgan Robertson escribió acerca de un crucero que en su primer viaje cruzó el Atlántico con 2,000 pasajeros a bordo y que no podía ser hundido.
Sin embargo, terminó en el fondo del mar al estrellarse con un iceberg, con la mayoría de sus pasajeros muertos a falta de botes salvavidas. Morgan predijo el hundimiento del Titanic 14 años de que sucediera. Recordamos esta historia del Titanic al leer —antes que las páginas ingresen a la rotativa para la impresión de la edición de hoy— la entrevista que le hizo La Noticia a la exministra, excongresista y exalcaldesa de San Borja y Huánuco, Luisa María Cuculiza, quien advierte que, así como van las cosas, podemos tener un nuevo Pedro Castillo como presidente.
Es decir, que nos podemos hundir aún más. Castillo es profesor, pero es evidente que, pese a haber obtenido una maestría, su nivel cultural es muy precario. Lo mismo ocurre con varios congresistas y ministros que, pese a tener como carrera profesional la docencia, por sus declaraciones y acciones podríamos decir que no parecen educadores.
Pero no hay que estigmatizar, pues ser educador no es, de ninguna manera, sinónimo de mediocridad, incultura o torpeza verbal o de razonamiento. Además, estas deficiencias no son exclusivas de profesores que se desempeñan como funcionarios públicos, pues son evidentes también “personajes” que tienen otras profesiones.
Dina Boluarte dijo el otro día que en el Perú “tenemos alta tasa de corrupción porque en los colegios no nos han enseñado los valores que corresponden, de ser honestos (…)”. Con estas palabras, la presidenta prácticamente está responsabilizando de la corrupción a los profesores, lo cual ha causado una lógica y comprensible indignación en los miembros del magisterio. Así lo hizo saber Lucio Castro, secretario general del Sutep, a uno de nuestros reporteros.
No, señora presidenta, de ninguna manera se puede culpar a los docentes de la corrupción en el Perú. Como dice el mismo Lucio Castro, los más grandes corruptos del país son funcionarios de cuello con título de abogado, economista, ingeniero y otras carreras, con varios otros pergaminos y hasta con estudios de posgrado en el extranjero.
Así que, si en el 2026 volvemos a elegir a un presidente mediocre y corrupto, no será necesariamente por culpa de la “mala enseñanza” de un profesor de escuela. Y tampoco no nos sorprenda que elijamos a un maestro
honesto y capaz, qué si los hay, no cabe duda. Porque lo que digo y escribo
siempre lo firmo.