Opinión

¡Perdón y disculpas! La nueva arma contra el crimen y la violencia

Por: Juan Carlos Liendo O’Connor

El acto político de pedir perdón y ofrecer disculpas ante el fracaso y la evidente impotencia de ofrecer resultados concretos en el cumplimiento de las responsabilidades bajo la condición de ministro de Estado en el despacho del Interior frente a un proceso de interpelación en el Congreso de la República no es un asunto menor que pueda pasar desapercibido, ya que agrega nuevos indicativos sobre los objetivos políticos de quienes dirigen los asuntos de Estado en el país.

En el Perú desde el año 2000 y en concordancia con significativas fuerzas ideológicas, se instaura una política de construcción social de la realidad a partir de las percepciones que se generan en la movilización masiva de emociones y sentimientos de las personas.

Se instaura entonces el poder de lo “políticamente correcto” y del rol clave de los medios de comunicación que directa o subliminalmente deciden lo que es correcto y direccionan a la opinión pública como factor clave de la construcción de esa realidad.

En este sentido, el acto por el cual un político pide públicamente perdón por las faltas o incumplimiento de responsabilidades en su sector, se ha convertido en un valor y principio moral para la construcción de una sociedad global, pues generaría la percepción de honestidad y responsabilidad de reconocer errores y asumir las consecuencias.

También puede percibirse como un signo de transparencia, humildad y madurez que busca generar “confianza” en la opinión pública. Todo ello al margen de la sinceridad o cinismo del político, o de los hechos concretos que se produzcan.

Resulta paradójico, sin embargo, que estas percepciones, que subliminalmente configuran el contexto político, pareciera que debilitan la posición del poder ministerial interpelado a merced de quienes votarían su permanencia en el cargo frente a la aceptación de una posición personal de declarada humildad y buenas intenciones que por otro lado generarían un espacio para su permanencia.

El juego político continúa; la interpelación política es enfrentada por el gobierno en términos de la más pura y sutil doctrina del progresismo globalista, donde pedir perdón es sinónimo de trasparencia y responsabilidad. El empoderamiento caviar dentro del gabinete recobra fuerzas.

Sin embargo, hay consideraciones que siempre se deben tener en cuenta: la búsqueda del bien común y de la integridad política no tienen que ser percepciones emocionales, sino que deben estar respaldadas por hechos concretos y posiciones razonables antes que sentimentales, porque pedir perdón y ofrecer disculpas no puede ser la mejor y única arma política para combatir a la violencia y al crimen organizado.

(*) Exdirector Nacional de Inteligencia de la DINI

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

Related Articles

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Back to top button