Opinión

Prensa y rivalidades políticas

Por: Martín Valdivia Rodríguez

Cualquiera que sea el ganador o ganadora de estas ajustadas elecciones, ya de derecha, ya de izquierda, a la prensa peruana le corresponde una gran responsabilidad. Mantenerse cautelosa, fiscalizadora y con capacidad de denunciar todo hecho irregular o delictivo en el próximo gobierno. Es natural que cada uno de los medios de comunicación tenga una línea política propia definida y la manifieste, pues de eso se tratan las libertades de pensamiento, expresión y prensa adscritas a la democracia. Sin embargo, también es menester de un periodismo honesto dejar las mezquindades a un lado y, si una palabra o acción de un presidente o un político contrario a la línea editorial es positiva para los intereses del país, tener la hidalguía de ser sincero y reconocerla, en vez de cuestionarla o ponerle trabas.

En política le llaman obstruccionismo, que no es sino el empecinamiento en “bombardear” al rival, aunque este haga las cosas bien. En otras palabras, la obstinación de ver la paja en el ojo ajeno. Posiciones honestas y decentes como esta requiere el Perú ahora más que nunca, cuando se viene un periodo en el que la reconstrucción, desde la económica hasta la moral, del país será la prioridad número uno del próximo gobierno.

Esta predisposición no solo atañe a los políticos, también a la prensa libre y responsable. Porque el obstruccionismo inquisidor es como la crítica negativa, cuya única intención es tener la satisfacción de ver caer al rival y seguir dándole en el suelo para que no pueda levantarse. Ese empecinamiento fanático hace, muchas veces, que un político o un medio de comunicación no comprenda la necesidad de contribuir, de una u otra manera, con la solución de un problema. Situaciones como esta ocurren cuando, por ejemplo, un presidente culmina su mandato y deja un hospital en construcción a punto de culminar, pero su sucesor se niega a terminar la obra, para ponerla al servicio del país, solo porque está relacionada más con su antecesor y no será él quien obtenga los réditos políticos.

Napoleón Bonaparte, quien además de un buen militar era un extraordinario estadista, decía que “en política hay que sanar los males, jamás vengarlos”. Y eso no quiere decir que la prensa tenga que, de ningún modo, renunciar a su rol fiscalizador, sino que tenga una posición pluralista, consciente y responsable. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

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