El Producto Bruto Interno (PBI) de un país crece en la medida en que aumenta la inversión en infraestructura productiva y de servicios. Eso lo sabe cualquiera. Cuantas más carreteras y puertos, más PBI. Cuantas más viviendas, hospitales y escuelas, más PBI. Cuantas más inversiones en minería, agricultura, pesca, industria, turismo y servicios, más PBI. Sin embargo, no todo PBI es bueno.
Por ejemplo, las inversiones en proyectos como el Gasoducto Sur Peruano y la Refinería de Talara (por solo mencionar un par de ejemplos emblemáticos). Y, aunque parezca mentira, las adendas que inflaron los costos de dichos proyectos también aumentaron el PBI. ¡incluidas las coimas y sobornos!
Entonces, seamos sinceros. El PBI de nuestro país está inflado (1) por la sobrevaloración de los costos de muchos proyectos estatales, (2) por el pago de coimas y sobornos, (3) por las inversiones en obras inútiles, y (4) por obras inconclusas y abandonadas. Insisto, no todo crecimiento del PBI es bueno.
¿Qué hacer frente a tanta podredumbre? Pues corregir, de raíz, la causa de todo este desmadre, el cual ha sido generado por gente corrupta. Mi vida diaria en el Gobierno Regional de Ica, en el período 2015-2018, fue muy aleccionadora. Cuando detectábamos un acto de corrupción, el mayor problema estaba en el malentendido “espíritu de cuerpo” al interior de la institución.
Resulta que para que haya sanción a algún funcionario corrupto, tenían que estar alineados (1) la Secretaría Técnica, que es el órgano investigador y sancionador de los malos funcionarios, (2) la Jefatura de Recursos Humanos, y (3) la Jefatura inmediata superior del funcionario en cuestión.
Si uno de los tres estamentos administrativos flaqueaba, no había sanción. Lo que había era corrupción pura y dura. No obstante, cuando la trilogía Secretaría Técnica – Recursos Humanos – Jefatura Administrativa funcionaba como correspondía, la sanción se aplicaba de acuerdo a la ley, la disciplina laboral se restablecía con normalidad, y, lo que era mejor, el servicio público mejoraba.
Muchos indicadores de servicios y producción regionales, salud, educación, transportes, agricultura, minería, turismo, etc., pueden dar fe de ello. Conclusión: solo con gente honesta saldremos de este desmadre moral. Gente competente, tenemos. Y mucha.
No generemos más instituciones anticorrupción porque no sirven para nada. Lo único que hay que cambiar es la moral de nuestra gente. Y rediseñar la estructura funcional del Estado porque lo que tenemos no funciona. Fusionar y reducir el número de instituciones estatales. Sobre todo, ministerios, organismos públicos descentralizados (OPD’s) y municipios distritales. 10 ministerios (o menos), en vez de 19. Ni un OPD. Y 1,000 distritos (o menos), en vez de 1,874.
¡Somos uno de los países con más distritos per cápita del mundo! Ningún ministro, gobernador regional o alcalde debe poder designar a ningún funcionario de ningún servicio público especializado: salud, educación, infraestructura, seguridad, etc. En otras palabras, restablecer la meritocracia en el Estado y respetar la carrera pública.
(*) Exgobernador regional de Ica