En febrero del presente año, el ingeniero Rómulo Mucho Mamani fue designado ministro de Estado en el Despacho de Energía y Minas. No sorprendió el nombramiento, más sí su aceptación, ya que había demostrado mucha eficiencia en la actividad privada, donde se desenvolvía como contratista de empresas mineras a las que su empresa prestaba servicios. En buen romance, conocía al dedillo el sector minero, aunque no necesariamente los otros sectores de su cartera ministerial, como el petrolero y el eléctrico.
Rómulo Mucho es natural de Puno, con la característica de ser tenaz, como sus paisanos aymaras. Estudió ingeniería de minas tanto en pregrado como en posgrado, en universidades del altiplano y de la capital, aunque realizó otros estudios en Inglaterra. Años después, asumió cátedra universitaria en su especialidad y presidió el Instituto de Ingenieros de Minas del Perú, elegido por sus colegas en reconocimiento a sus innumerables méritos.
En la gestión pública, hace algunos años, Rómulo Mucho se desempeñó óptimamente como viceministro de Minas, con resultados más que satisfactorios. Pasó del Poder Ejecutivo al Legislativo, ya que postuló y fue elegido congresista de la República, cargo que ejerció por poco tiempo, pero con gran dedicación y profesionalismo.
En la conducción ministerial le tocaron tiempos difíciles, pero logró enrumbar algunos proyectos mineros que estaban encarpetados y con innumerables trabas burocráticas, además de incomprensión social. En su presentación en la Convención Minera de Toronto, supo interesar en el Perú a diversos inversores de varios países, tarea que esperemos continúe quien lo suceda en el cargo, cuyo nombre al escribirse estas líneas aún no se conoce.
Nuestro personaje, al que se refiere esta columna, fue censurado en el Congreso de la República y, por ello, según mandato constitucional, se vio precisado a renunciar a su alto cargo ministerial. Se sabe que antes había anunciado su determinación a la presidenta de la República, por lo que si lo hubiera hecho de inmediato, las cosas hubiesen salido diferentes. Debido a su anuncio de retirarse, lo dejaron que se lo “comieran” los parlamentarios, en dicho popular. La expresión legal fue la censura, pero en el “olfato” de muchos se considera que hubo un acuerdo soterrado gobierno-parlamento de dejar huérfano de apoyo a Mucho, para salvar al ministro de Desarrollo e Inclusión Social, en cuyo despacho hubo el escándalo de alimentos en mal estado en el programa Qali Warma. En resumen: parecería ser que la actitud gubernamental fue: salven al mío, echen al otro.
A Rómulo Mucho le tocó nada menos que intentar resolver la crisis de Petroperú, empresa pública devoradora del erario nacional. Se le fue un directorio de polendas y con ideas claras.
Nadie en su sano juicio quería sustituir al directorio cesante, el cual fue reemplazado por personas impuestas desde las alturas, pero que no dan la talla. Era el momento de que el ministro presentara su dimisión.
Otro tema que quiso resolver fue el del REINFO, para lo cual presentó un proyecto de ley, considerando que debería haber una transición de un semestre, lo que el Congreso ha acogido, pero después lo devoró con mucho apetito.
Como vemos, la política sana y decente no es un lecho de rosas, exige mucho sacrificio y entrega, así como estar dispuesto a recibir injustas determinaciones.
(*) Ex primer ministro.
* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados