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Madres de Pensión 65 son ejemplo de trabajo y valentía frente a la pobreza

Programa social del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social rinde homenaje a usuarias en el Día de la Madre

Ser mamá y luego abuela suele ser el orden que marca la vida, pero ¿qué pasa si nunca se deja de ser mamá? Esa pregunta la podrían responder varias usuarias del Programa Pensión 65 del Midis que nunca se jubilaron de su rol de mamás, pues asumieron sin pausa el cuidado de hijos y nietos.

Fabiana Arias Aguilar jamás descansó de la maternidad. Se ganaba el sustento como peón de chacra y cocinera criando a sus siete hijos y luego siguió trabajando para cuidar sola a tres de sus nietos, pues un día su madre se marchó y no supo más de ella. Hoy, sus nietos-hijos ya son adultos, pero aún tiene a su cargo al menor de ellos, por ser una persona con discapacidad. A pesar de sus 81 años, Fabiana sigue sembrando verduras y tubérculos en su casa de El Valle, distrito de San Antonio, provincia Mariscal Nieto, región Moquegua.

Juana Condori Quispe, de 73 años, aun lleva de la mano a la mayor de sus hijas, Celia de 52 años, quien es una persona con discapacidad. Juana nació en el anexo Rituy, distrito de Viraco, en Arequipa. Fue la última de 8 hermanos, 7 de los cuales murieron por neumonía. Muy joven se casó, pero mantuvo una convivencia difícil porque su esposo era violento. Trabajó de sol a sol vendiendo legumbres, cocinando y lavando ropa. Al cumplir 48 años decidió dejar a su pareja, llevándose a sus hijos. Hoy, vive en el distrito de Cerro Colorado y con Celia son inseparables: cosechan los tumbos de su huerto, venden en los mercados y salen a las calles a cantar la música, donde Celia toca la Tinya (tamborcillo).

Estefa Bravo Malpartida, tiene 111 años y es una de las madres más longevas del país. Vive en el distrito de Chaglla, en Huánuco. Siempre fue muy laboriosa y con el pastoreo de ganado, sacó adelante a sus 8 hijos. Doña Estefa es usuaria de Pensión 65 desde el año 2012 y además de estar rodeada del cariño de sus hijos, sus vecinos en Chaglla, la admiran.

Hirene Cruz de Orosco con sus 102 años cumplidos, continúa hilando. Quedó viuda a los 37 años y, dedicada a la agricultura, y cuidando chacras de Junín, formó a sus 11 hijos. No sabe leer ni escribir y sin embargo, es sabia en cuanto a alimentación; asegura que el comer chuño, caya, mashua, tocosh de maíz y de papa, charqui (carne seca), menestras, tubérculos y café, son el secreto para una larga vida. “Mamita Hirene”, como la llaman de cariño en el distrito de Ulcumayo (Junín), tiene 10 nietos y 5 biznietos y todos los días, por la tarde, se sienta a hilar en la puerta de su casa.

Nicolasa Huamaní Uscata cuenta que no conoció a su madre ni a su padre pues murieron cuando era niña. Creció al cuidado de su hermana, pero por sus maltratos se marchó siendo adolescente. Se empleó en casas y también trabajaba en chacras. Cuando llegaron sus 4 hijos, les dio mucho amor, el que ella nunca tuvo de sus padres. Ahora, a sus 105 años, la cuida el último de sus hijos, en El Pedregal, distrito de Majes, en provincia arequipeña de Caylloma. A pesar de su edad, “Mamacha” como le dicen de cariño, es una activa participante del club del adulto mayor donde comparte historias de su vida.

En la calle Miguel Grau, en el AA.HH. 28 de Julio, distrito de Belén, en Loreto, vive Catalina Macedo Fernández, de 81 años de edad. Es madre de 6 hijos, abuela de 15 nietos y bisabuela de un pequeño de 6 años. Ayuda en la cocina para darle el toque del sabor a los juanes que prepara su hija. Cuenta que a la edad de 17 años se comprometió con su esposo Manuel y codo a codo, sacaron adelante a su familia. Hoy, a doña Catalina le duelen los huesos, sigue trabajando y enseñar sus secretos de cocina a los jóvenes de su pueblo.

Aunque Santosa Carbajal Utani, a la que todos llaman “Mama Santu”, tiene 100 años, su memoria, está intacta. Recuerda su vida en el campo y lo difícil que fue criar a sus 8 hijos en medio de la pobreza. Se siente muy triste al recordar que tres de ellos fallecieron. Santosa, como la mayoría de mujeres del campo, se dedicó al pastoreo, a labrar la tierra y a tejer ponchos, llicllas, chalinas y mantas. Siempre fue querendona y por eso sus días más felices son cuando sus hijos la visitan en el Barrio Bella Vista Baja, en Abancay, Apurímac.

La llamaban Teresita y fue una mujer atractiva, pero sobre todo laboriosa y alegre. Teresa de Jesús Rodríguez Cabezudo tiene 84 años y se casó dos veces, pues afirma que estaba buscando “al mejor compañero”. Tiene 8 hijos, 4 mujeres y 4 hombres, de quienes hoy tiene 30 nietos, 10 bisnietos y 5 tataranietos. Tanto Teres de Jesús como su esposo, son usuarios de Pensión 65. Era aún adolescente cuando murió su mamá y por eso trabajó desde muy joven cocinando, lavando y hasta como obrera. Es fundadora de la zona de Túpac Amaru Inca, en Ica, donde vive hace más de 60 años y gracias a su persistencia y de sus vecinos al exigir a las autoridades servicios básicos, ahora tienen una mejor calidad de vida.

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