Particular

Los 142 años de cautiverio del “Huáscar”

Una mirada histórica del monitor que llevó a la gloria a Miguel Grau Seminario

Es el segundo blindado más antiguo del mundo que todavía está a flote; sin embargo, no son sus 15 décadas las que hacen que más de 150 mil personas lo visiten cada año. En la base naval de Talcahuano, 500 kilómetros al sur de Santiago de Chile, está anclado un buque negro, amarillo y blanco, mucho más pequeño que los grandes y modernos navíos de guerra que se ven a sus espaldas. Se llama Huáscar, en honor a uno de los últimos gobernantes del imperio incaico, que fue mandado a asesinar por su medio hermano; y tiene una carga emotiva para Chile y Perú que ha perdurado un siglo y medio. Algunos lo ven como un símbolo de amistad; otros, como un trofeo de guerra.

Pese a los esfuerzos de Chile por promocionarlo como un “santuario” dedicado a las decenas de marineros que murieron en él, para muchos peruanos el Huáscar todavía representa una de las heridas abiertas que dejó la Guerra del Pacífico, en la que Perú y Bolivia se enfrentaron a Chile entre 1879 y 1884. Chile, que resultó vencedor, se anexó entonces todo el litoral boliviano y parte del sur peruano. Dentro del botín también estuvo el Huáscar, apresado durante el Combate Naval de Angamos, el 8 de octubre de 1879.

Ciento cuarenta años después, los tres países sudamericanos siguen usando a los héroes e historias que surgieron de la Guerra del Pacífico para construir sus respectivas identidades nacionales. En el bando de los derrotados, dos símbolos recuerdan lo perdido: el mar, para los bolivianos, y el Huáscar, para los peruanos.

UNA NAVE POLÉMICA EN PERÚ

El reclamo boliviano de una salida al océano es más conocido e incluso ha sido defendido en un tribunal internacional, aunque sin éxito. Del lado peruano, sin embargo, no existe una postura oficial respecto al Huáscar y este genera menos consenso.

Algunos dicen que debe quedarse en Chile, que lo restauró a mediados del siglo pasado y lo convirtió en un museo, el segundo más visitado del país en la actualidad. Otros piden que regrese a Perú. Y hasta quienes preferirían verlo hundirse para “eliminar las posibles discrepancias entre ambos países”, como opinó hace unos años el vicealmirante en retiro y exvicepresidente peruano Luis Giampietri.

¿QUÉ DICE CHILE?

Del otro lado de la frontera, la sola idea de que algún día se mueva el Huáscar causa problemas, como pudo comprobar en 2010 el entonces ministro de Defensa de Chile, Jaime Ravinet. El ministro recibió duras críticas porque, ante una pregunta sobre una posible devolución del Huáscar a Perú, respondió que para llegar a un acuerdo así, antes se ha de haber “generado condiciones de confianza mutua” y construido una versión del pasado “que pueda hermanar a los pueblos”. Sus detractores le reprocharon no haber contestado con un “no” categórico.

Aunque también es posible encontrar en Chile algunas voces a favor de “devolver el Huáscar a Perú como signo de buena voluntad”, como propuso hace unos años un pequeño grupo de historiadores liderado por Sergio Grez.

“No estamos proponiendo nada nuevo ni imposible… hay precedentes históricos de restitución de trofeos de guerra entre países que mantuvieron enemistades, muchas veces pluriseculares o de larga duración en aras de un futuro de paz”, dijo Grez.

Para el historiador, lo mejor es que los países se liberen del “pesado fardo del militarismo, el chovinismo y la xenofobia” para dedicar a su desarrollo esos esfuerzos y recursos “que se despilfarran en la carrera armamentista”.

La iniciativa también proponía la “abolición de los feriados belicistas” que conmemoran los dos combates más importantes del Huáscar (el de Iquique para Chile y el de Angamos para Perú) “porque considerábamos que ambos constituyen signos de glorificación de la guerra entre países hermanos”.

“La perpetuación de este tipo de celebraciones no contribuyen nada a la amistad entre los pueblos, a la solución de los acuciantes problemas económicos, sociales y políticos que tienen ambos países”. Sin embargo, la idea de desprenderse del histórico blindado no cala en la mayoría del pueblo chileno, como lo dijo la profesora Viviana Ferrada, mientras sus alumnos corrían sobre la cubierta del Huáscar.

“Pudiera ser que [los peruanos] vengan a verlo, a participar, a conocer parte de su historia también, pero la mayoría (de chilenos) no somos partidarios (de su entrega a Perú)”, afirmó Ferrada, cuya escuela trae cada año a niños de la localidad de Coihueco, de 25 mil habitantes, a visitar la nave para “resaltar los valores patrios”.

“Es algo de Chile, que se ganó, que significó el sufrimiento de muchas familias y muchas personas. Incluso de nuestro pueblo hubo gente que participó en la Guerra del Pacífico”, aseguró. (Tomado de BBC Mundo)

UNA RELIQUIA HISTÓRICA

“Para nosotros, el Huáscar representa la nave cuya tripulación luchó heroicamente en la Guerra del Pacífico al mando de nuestro más grande héroe nacional, que es el gran almirante Miguel Grau. El Huáscar y su tripulación son para nosotros una sola cosa, es el Perú en el mar… La peruanidad, el espíritu de lucha, el heroísmo de los marinos por defender su patria”, le explicó por teléfono a BBC Mundo el director del Museo Naval del Perú, el contralmirante Francisco Yábar.

Miguel Grau fue el comandante del Huáscar durante la guerra, donde se ganó el apodo de “Caballero de los Mares” por acciones como ordenar rescatar a los náufragos de la Esmeralda, un barco enemigo al que acababa de abatir. Murió a bordo del Huáscar durante el Combate de Angamos cuando un proyectil impactó contra el puente de mando. De él solo quedó un trozo de pierna.

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