La tiranía de los representantes (III)

Por: Iván Pedro Guevara Vásquez

Es propio de las democracias tener representantes de la población. Es cierto. El mandato del presidente de la República no proviene de una autoridad sobrenatural, de ninguna Divinidad, de ningún Dios, sino del pueblo, de la población.

Sin embargo, el poco desarrollo de las instituciones democráticas puede hacer creer al presidente o a los congresistas de la República, que “no están sujetos a mandato imperativo” alguno y que,  por lo tanto, no le deben nada a la población y, por lógica básica, pueden ir contra los deseos y voluntad mayoritaria de ésta.

Los políticos e incluso los que han tenido algún cargo por designación directa de un político, en determinados puestos de confianza, en una democracia incipiente o poco desarrollada, creen que los que no tienen puesto público o político alguno son nada menos que unos “NN”…. unos ciudadanos “comunes y corrientes”, personas desconocidas, prácticamente no identificadas a nivel público.

Frente a ello debemos decir, con una convicción firme, que calificar a los que no tienen cargo público o político alguno como unos “NN” no se condice con la democracia en lo absoluto, pues tal creencia de superioridad es propia de regímenes autocráticos, no democráticos. Es propia de los totalitarismos, de las dictaduras de todo pelaje y color.

Tampoco es nada democrático el plantear en el Pleno del Congreso una reconsideración hace poco a una votación sobre la bicameralidad que no alcanzó los votos necesarios (87) para evitar una consulta popular (referéndum), teniendo en cuenta que la población ya se pronunció el 9 de diciembre de 2018 sobre la bicameralidad, oponiéndose a la misma, con el agravante de la conducta de ciertas congresistas como María Alva Prieto, que presionó públicamente a otra congresista para que vote a favor de la bicameralidad y lleguen a los 87 votos.

Ese comportamiento de querer ganar siempre, aún de espaldas a la voluntad general de la población, debe de ser cancelado y superado porque no es propio de la democracia.

Pero la democracia se siente y no se disimula ni se finge. Lo contrario a la democracia son las dictaduras, y la más peligrosa de éstas es aquella que se disfraza de democracia formal, revelándose como tal por su rechazo a la consulta popular.

¿Por qué hay temor en el actual Congreso de que se pronuncie la población? ¿Por qué su miedo?

(*) Analista político

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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