Héroes y villanos en la PNP

La Policía Nacional del Perú (PNP) es una institución respetable y honorable. Hijos ilustres de la PNP son el capitán Alipio Ponce Vásquez, el Titán de Carcabón; y el alférez Mariano Santos Mateo, el Valiente de Tarapacá, entre otros hombres dignos, insignes y ejemplares. Sin embargo, en la Policía también hay manzanas podridas. Así tenemos no solo a suboficiales, sino también hasta comisarios, que han sido capturados por ser cabecillas o integrar bandas criminales de asaltantes, extorsionadores y hasta sicarios. Pero nadie se imaginaba que la máxima autoridad de la PNP, el comandante general, estuviera en malos pasos.

Las cosas claras. Al decir que hasta comisarios fueron capturados por ser jefes de bandas de delincuentes no estamos exagerando. Hay casos precisos, como el del capitán PNP Hugo Gamero Ormeño, quien —cuando era comisario de Túcume (Chiclayo)— fue detenido y sentenciado a 15 años de prisión por dirigir una banda que asaltó una empresa eléctrica. Otro caso ocurrió en Chancay, donde fueron capturados el comisario y tres policías al ser acusados por la Fiscalía y la propia PNP de integrar una temible organización criminal que azota el norte chico de Lima.

En el caso del general Raúl Alfaro, que acaba de ser relevado del cargo de jefe de la PNP, su caída vino al descubrirse sus presuntos vínculos con Jorge Hernández, “El Español”, quien habría sido contratado por el expresidente Pedro Castillo para armar y tejer una red de contraespionaje cuya misión sería hacer seguimiento e incluso atentar contra autoridades, políticos y periodistas que lo investigaban y/o denunciaban. Ante las sospechas iniciales, Alfaro negó conocer a “El Español”, pero aparecieron fotos y chats que lo desmienten y comprometen.

Por ahora todo está en etapa investigación y en el nivel de presunción, pero los indicios son claros y no dejan dudas de que algo andaba mal en la conducta del hoy ex comandante general de la PNP. El caso es tan grave que el gobierno no demoró en destituirlo, aun cuando, como ya ha pasado anteriormente, ante una apelación consistente, se corría el riesgo de tener que reponerlo en el cargo si no se obtuvieran evidencias irrefutables. Es decir, se tienen las pruebas contundentes para evitar que la medida sea revocada.

Estos casos demuestran qué tan deficientes, incorrectos y parcializados pueden ser los procesos o mecanismos utilizados para seleccionar o elegir a las autoridades. Y lo peor es que esto no solo se da en la PNP. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.

 

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