Hay que celebrar el retorno del APRA
Por: Luciano Revoredo

«La actual crisis de los partidos es diferente. Es hija de la banalización de la política y de la corrupción. Esta crisis tiene un padre y es Martín Vizcarra”
La democracia se sustenta en partidos políticos sólidos. Cuando los partidos se debilitan o desaparecen, la democracia desaparece con ellos. O peor aún, se envilece al ritmo de la decadencia política. Todo gobierno autoritario o corrupto termina por afectar o desaparecer a los partidos políticos, esto a veces llega al extremo que el propio gobierno desiste de tener partido. Recordemos el caso más emblemático en este sentido, es el del ideólogo de la revolución velasquista Carlos Franco y su tesis del “no partido”, que desarrolló junto con Carlos Delgado.
Desaparecidos y proscritos todos los partidos surgió un temor entre los pensantes de la dictadura, la aparición de un partido de la revolución, que emergiendo desde el poder termine convirtiéndose en una burocracia política. Ante esto propone Franco una entelequia que era la construcción de un poder del pueblo, una “democracia de participación plena”. Una farsa socialistoide que dio sustento a la dictadura de Velasco Alvarado.
Otro caso interesante es el de Alberto Fujimori. Que gobierna con mano de hierro, pone fin al terrorismo pacificando al Perú, acaba con la inflación y pone las bases del crecimiento del país. Sin embargo, su ángulo autoritario le impide formar un partido y ante cada elección estrena un nuevo movimiento.
La actual crisis de los partidos es diferente. Es hija de la banalización de la política y de la corrupción. Esta crisis tiene un padre y es Martín Vizcarra. No cabe duda de que el infame Lagarto es una especie de erupción de la más abyecta forma de la corrupción política. Y cuando instalado en el poder gozó de sus “beneficios”, decidió tomarlo por completo. Es así como captura las instituciones y hace alianzas subalternas para consolidar su poder.
Parte de esta estrategia es acabar con la oposición. En este sentido la complicidad de Odebrecht con los protervos fines de Vizcarra es evidente. Baste con comprobar que todo lo investigado por los “fiscales” protegidos de Vizcarra, solo sirvió para encarcelar repetidas veces a Keiko Fujimori y perseguir hasta la muerte a Alan García.
Es en este plan de consolidar su poder que Vizcarra emprende una reforma política que solo logra envilecer más la política y reducir el papel de los partidos y las instituciones. Funcionales a este fin son los supuestos “notables” que encabezados por el siempre a flote caviar Tuesta Soldevilla, convierten en un verdadero Calvario la vida democrática de los partidos y reducen la capacidad de acción del parlamento entre otras reformas absolutamente prescindibles.
A esto hay que sumar que los organismos electorales tomados por la misma peste caviar, terminan por dejar fuera del sistema con medidas absolutamente antojadizas y antidemocráticas al PPC y al APRA, dos partidos tradicionales y fundamentales en nuestra democracia. Luego de esto, las mismas reformas con sus requisitos absurdos han complicado la reinscripción de los partidos hasta límites kafkianos. Finalmente, hay que celebrar que el partido Aprista ha logrado su inscripción gracias a su constancia y tradicional militancia. Con la llegada oficial del APRA a la escena política todos ganamos. Su experiencia y manejo político será fundamental en los tiempos difíciles que vivimos.
(*) Analista político