Opinión

Guillén el breve y los afanes caviares

Por: Luciano Revoredo

En seis meses de gobierno Pedro Castillo ha tenido tres ministros del Interior. Juan Carrasco Millones, Luis Barranzuela y Avelino Guillén. Tema muy serio en un país con tan graves problemas de seguridad y con una gran crisis de corrupción.

La renuncia de Guillén en medio del enfrentamiento con el comandante Javier Gallardo y las denuncias sobre el manoseo y la injerencia en los ascensos en la institución policial ya no llama la atención. Estamos ante un gobierno que se balancea entre la más grotesca incapacidad y la más desvergonzada corrupción.

Guillén ha cumplido su período y labor. Ha sembrado senderistas en la mayor parte de prefecturas del país. Ahora se va, vendrá otro y nos quedará el hecho consumado. Ese ha de ser el trato con Castillo, lo que si no pudo concretar es su agenda caviar.

Los caviares tienen una fijación casi obsesiva con la Policía Nacional. Recordemos como desde los días como ministro del oxiuro Gino Costa se han multiplicado en esfuerzos por tomar la policía, por desmoralizar a sus miembros, por degradarla al extremo de quitarle autoridad y desprestigiarla ante la población. Ese es el juego caviar. Por eso siempre quieren reformar la Policía, modificar su ley, quitarle presencia. Para eso siempre andan detrás de tomar el Ministerio del Interior.

Este esquema se ha repetido con Toledo, Humala, Vizcarra y Sagasti. Siempre el terco afán de tomar la policía. Recordemos también el papel siniestro de la caviarada cuando quiso culpar de todo lo sucedido en las asonadas contra el gobierno de Merino a la Policía Nacional. O el uso de la DIVIAC por Vizcarra para sus fines políticos.

Guillén es un personaje repelente. Uno de los más representativos caviares. Sin duda que en ese sentido quiso imponer su agenda y se lo han impedido. En ese tentadero de fuerzas, la policía parece haber vencido a uno de los buques insignia de la caviarada.

Es importante señalar que la delincuencia, la inseguridad, y la crisis moral en la que vivimos no es culpa de la policía. Es el resultado de políticas erráticas e ideologizadas. Es precisamente resultado de la incapacidad sucesiva en el gobierno para enfrentar ese aspecto tan crítico de la vida nacional.

La Policía Nacional del Perú es una institución que ha tenido días de gloria. Ha sido ejemplo para otros países, ha combatido heroicamente al terrorismo derramando la sangre de sus miembros por la paz del país. No son ellos los que nos han llevado a la actual situación.

De lo que se trata es de reforzar la institución policial, darle autoridad y fomentar el orgullo de sus miembros. Todo lo contrario de lo que los caviares como Guillén pretenden.

Hay que alejar a la policía de los traficantes de los derechos humanos, de las ridículas políticas “inclusivas”, acercarla a la población, que vuelva a ser la institución ejemplar que fue. Por su parte el ejecutivo debe dedicarse a plantear políticas eficaces para combatir el crimen y la corrupción. Esos objetivos serán siempre inalcanzables con ministros caviares o comunistas.

(*) Analista político

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