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Estatismo y tiranía

Por: Fernando Cillóniz Benavides

El estatismo y la tiranía suelen ser hermanos de la corrupción y la barbarie. Van de la mano. Los unos no existen sin los otros. El estatismo, la tiranía, la corrupción y la barbarie conviven entre sí: los unos se alimentan y protegen entre sí. Y lo que es peor, el estatismo y la tiranía siempre pretenden perpetuarse en el poder.

Y con ellos desaparecen las libertades, y el poder se ejerce sin divisiones ni restricciones. Ejemplos tenemos muchos, pero aquí van los más conocidos y emblemáticos: la Unión Soviética con Stalin, Alemania con Hitler, Italia con Mussolini, China con Mao, Camboya con Pol Pot, Corea del Norte con Kim Il Sung. Y aquí en el vecindario, tenemos los casos de Cuba con Fidel Castro, Venezuela con Chávez y Maduro, y Nicaragua con Ortega.

Como se ve, hay estatismos y tiranías de derecha y de izquierda. El problema es que cada cual es más pernicioso que el otro. Todos los estatismos son corruptos, arbitrarios y empobrecedores. Todos son abusivos, criminales y hambreadores. Todos son elitistas, clientelistas e ineficientes. La pregunta es ¿queremos los peruanos un estatismo tiránico como aquellos? El estatismo y la tiranía acaban con las libertades, empezando con la libertad de prensa y opinión. Acaban con la propiedad privada. Y con ello desaparecen la iniciativa y creatividad de las personas. Con el estatismo y la tiranía desaparece también el principio de la igualdad ante la ley. Y se acaba la democracia y los derechos de las personas.

Ahora bien, en referencia a nuestro querido Perú, nadie niega que haya corrupción y pobreza… y mil males más. El punto es que sólo en democracia y libertad podemos aspirar a corregir dichas lacras e injusticias. Sólo con libertad de prensa y opinión se puede conocer la verdad. En tiranía es imposible. El tirano piensa por el pueblo, y no deja pensar al pueblo. Por ello, y por muchas cosas más, no debemos andar con medias tintas frente al estatismo y la tiranía. A ese respecto, dialogar, consensuar y tolerar son cosas buenas.

En realidad, son grandes virtudes… las tres. Sin embargo, hay casos en los que dialogar resulta una pérdida de tiempo, consensuar se torna imposible, y tolerar, en vez de una virtud, se torna en una expresión de debilidad. Efectivamente, existen diálogos de sordos, consensos utópicos y tolerancias permisivas.

Ese es el caso cuando están de por medio el estatismo y la tiranía. Efectivamente, ¿cómo dialogar con los propulsores de más estatismo del que tenemos en nuestro país, si tenemos un Estado fallido por donde se le mire? ¿Acaso el Estado no es el mayor obstáculo para las inversiones empresariales… y por ende, para la generación de empleo? ¿Acaso no estamos carentes de los más elementales servicios públicos: agua, salud, educación y seguridad? ¿Cuándo, a lo largo de la historia, el Estado peruano ha sido eficiente y servicial, de cara a la ciudadanía? ¡Y pensar que Pedro Castillo, ayer nomás, pretendió dar un golpe de Estado para perpetuarse en el poder, y establecer una tiranía estatista! Repito: ¿Qué tienen los estatistas peruanos en la cabeza?

(*) Exgobernador regional de Ica.

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