Opinión

El problema del Perú tiene nombre propio: Pedro Castillo

Por: Hugo Guerra Arteaga

Han pasado apenas ocho meses desde la fatídica elección de Pedro Castillo y el Perú ya está sumido en el hoyo fatal de la crisis política permanente, la economía popular anda tambaleante y el estado ha entrado en una parálisis galopante originada por la corrupción y la clamorosa incapacidad de gestión del gobierno.

El problema central de todo esto está encarnado precisamente en el profesor chotano, quien ha confesado y demostrado que no estaba preparado para asumir las riendas del Estado. Quizá -y subrayo el condicional- tenga los títulos oficiales de maestro de primaria y de una esotérica maestría pedagógica, pero carece de las capacidades comunicacionales más elementales que debe tener un primer mandatario. A duras penas habla con propiedad el idioma español, evidentemente no domina ninguna otra lengua autóctona o extranjera.

El ex sombrerudo no tiene probablemente una ideología propia. En su período pre presidencial era marxista, leninista, mariateguista; en los días iniciales de su mandato se declaró adherente del socialismo que propugna la propuesta geopolítica negadora de la peruanidad que se llama “patria grande”; en su discurso último ante el Congreso solemnemente proclamó respeto por la economía social de mercado (exactamente aquella por la cual quiere un cambio de Constitución); en múltiples oportunidades ha declarado su vocación de gobernar para todos los peruanos, pero ahora califica las marchas de los opositores como “marchas de los ricos” reasumiendo posturas clasistas.

Éticamente el problema de Pedro Castillo es mayor. Todos los indicios y pruebas fiscales preliminares describen a un sujeto que no tiene el rigor precisamente ético y moral para consolidar un gobierno basado en la transparencia de su gestión y de sus miembros. Cuatro gabinetes después de su debut, los hombres del presidente son mayoritariamente ministros con nula capacidad para gestionar la administración pública, con antecedentes penales y judiciales inaceptables.

Los círculos del poder, además, son como argollas compartimentadas en torno al presidente: la primera de familiares de pánico por su evidenciada tendencia a los actos ilícitos; la segunda de los coterráneos que aparentemente sueñan con reconstruir los cacicazgos ancestrales; la tercera de los asesores de inteligencia extranjera; la cuarta de los partidarios y después… ¿quién puede saber con exactitud cómo es la estructura amical, y eventualmente societaria, de un sujeto que tiene relación con personajes como Karelim López o Hugo Chávez (el ex funcionario de la quebrada Petro Perú?

Pedro Castillo está sostenido en el cargo con alfileres. Si no existieran personas con elemental formación política como Vladimir Cerrón y si el presupuesto público no estuviese boyante por el ingreso de los altos precios mineros que permiten lubricar la maquinaria de la corrupción en el Ejecutivo y el Congreso, el chotano ya hubiera caído estrepitosamente.

Este lunes el Congreso descargará sus baterías en el segundo intento de vacancia presidencial. El profesor, claro, mandará a su abogado porque la cobardía es para él el refugio más seguro. Y aunque no hay seguridad de que se alcancen los 87 votos requeridos para destituirlo, el país verá con indignación creciente cómo se acumulan los cargos contra una persona que ha cometido el mayor crimen imaginable: asumir la presidencia de un país de 33 millones de personas sin tener capacidad de gestión ni solidez moral para el cargo.

Pero si logra pasar esta ola, que no baje el ímpetu general: la marchas de protesta del pueblo (el verdadero, no el imaginario al que siempre apela el presidente) se multiplicarán y, cuando llegue el momento de la crisis terminal, pues habrá que afrontar la lucha desde todos los frentes democráticos que resulten necesarios. El gran problema del Perú tiene nombre propio y es Pedro Castillo quien de todas maneras caerá. Firmado.

(*) Analista político

(*) La empresa no se responsabiliza por los artículos firmados.

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