Opinión

El líder que se esperaba

Por: Hugo Guerra Arteaga

La elección del general José Williams Zapata como presidente de la Mesa Directiva del Congreso nos devuelve la esperanza de que sí es posible lograr una salida ordenada de la crisis brutal en la que nos ha sumido la organización criminal de Pedro Castillo.

Lo primero a reconocerse es que el Poder Legislativo ha recuperado legitimidad porque ha sido capaz de autopurgarse destituyendo a Lady Camones, tras haber sido descubierta como lacaya de César Acuña, el despreciable cacique norteño.

Esa renovación de legitimidad se ve reforzada por la denuncia constitucional presentada por la congresista Patricia Chirinos, de Avanza País, contra seis “niños” o corruptos de la bancada de AP.

Asimismo, el Congreso se fortalece con las primeras acciones de Williams, como por ejemplo su anuncio de priorizar el respaldo a la lucha fiscal contra la corrupción del gobierno; y su rechazo a la invitación de Castillo para concurrir a una cita palaciega de coordinación. La decisión de quien fuera el cerebro de la operación Chavín de Huántar y héroe del Cenepa consiste en devolverle los fueros propios y la majestad que le corresponde al Poder Legislativo ante un gobierno cada vez más adentrado en el caos.

El general Williams, por esas ironías positivas de la historia, representa a los 33 millones de peruanos que fuimos golpeados genocidamente por la insania terrorista hasta hace 30 años, cuando fue capturado el miserable Abimael Guzmán; y nuevamente le toca enfrentar al terrorismo reencarnado en un gobierno que, bajo las fachadas del Conare y el Movadef, ha capturado el poder del estado para saquearlo desde adentro.

El trabajo no es fácil ni rápido. Se vienen largos meses de tensiones de resistencia ante un Poder Ejecutivo claramente decidido a seguir destrozando la institucionalidad de la PNP, la Cancillería, el Ministerio de Agricultura y, en general todos los niveles del estado donde ha infiltrado a sus cómplices.

Toca, por supuesto, que el Congreso apoye cada vez más activamente a la Fiscalía de la nación, mientras en su afán fiscalizador censure a todos los funcionarios y ministros que actúan fuera del marco legal. Asimismo, debe abocarse a tramitar las denuncias por infracción constitucional que penden sobre la vicepresidente Boluarte e inclusive sobre el primer ministro (en el caso del enriquecimiento ilícito por contratación prohibida con el estado).

Inhabilitada Boluarte los congresistas deberán asumir la vacancia presidencial, para lo cual sería magnífico que se pueda ejecutar antes la reforma del reglamento bajando los votos indispensables de 87 a 66; algo posible dentro del marco constitucional.

En cuanto a la lucha política ya está comprobado: la izquierda se ha atomizado, pero al final sigue siendo un tigre de papel. Dentro del Congreso no tiene unidad ni en la propuesta legislativa ni en las votaciones claves. Y en las calles los rojos tampoco movilizan a la gran base popular, solo han formado grupos de presión e imagen que consisten en una suerte de “piqueteros” (como los peronistas argentinos) a sueldo y un puñado de personajes basura que se alucinan “prensa alternativa”. Igualitos a los que en época de Velasco se les conocía como los perros de la revolución.

Así, el reto continúa, pero con la esperanza bien fundada en que tenemos al líder que tanto se exigía: el general José Williams Zapata.

(*) Analista político

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