
El refrán “no hay palabra mal dicha, sino mal interpretada” alude a quien por maldad o mala intención da una interpretación muy distinta a algo que se dijo con buena intención o sin malicia. En la política se da con frecuencia esta situación, especialmente cuando se saca de contexto una frase para perjudicar a alguien. Sin embargo, también hay casos en los cuales la persona que habla utiliza la palabra con una doble intención, como es el caso de la indirecta o el sarcasmo.
Varios excandidatos presidenciales, empezando por Alfredo Barnechea y terminando por Keiko Fujimori, cuando realizaron sus campañas electorales ofrecieron renegociar el gas de Camisea aduciendo que PPK hizo mal el contrato. Por ello, que el premier Guido Bellido haya convocado a la empresa explotadora y comercializadora del gas de Camisea a “renegociar el reparto de utilidades a favor del Estado” no debería llamar la atención. La controversia aparece cuando agrega que “caso contrario, optaremos por la recuperación o nacionalización de nuestro yacimiento”.
Ese complemento de la frase encierra una doble intención, pues además de informar, hace una advertencia. Apelando al criterio jurídico, el ministro Aníbal Torres hizo una atinada precisión: “El contrato sobre el gas de Camisea, como cualquier contrato público o privado, se puede y se debe renegociar, su nacionalización o cambio de sistema de explotación (ejemplo, concesión por locación de servicios) solo puede ser consecuencia de una renegociación”. Es una forma de decir lo mismo, pero sin debilidad ni intención de intimidar.
Hay ciertos políticos que recurren al juego de palabras, ya sea para marcar su estilo o bien con una doble intención. Sin embargo, utilizar este recurso en temas delicados o controversiales resulta peligroso. En semántica lingüística, cuando el mensaje se expresa objetivamente se dice que su significado es denotativo, y cuando a la comunicación objetiva se le añade alguna valoración personal, mediante gestos o entonación, se señala que su significado es connotativo. En el caso de Bellido y el gas de Camisea, la frase “caso contrario” tiene una connotación que encierra una advertencia.
Teniendo el actual Gobierno tantos detractores que están al acecho del menor error para enrostrárselo, los ministros, congresistas y demás funcionarios deberían tener mayor cuidado con sus palabras. Lo cortés no quita lo valiente. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.