Varios años atrás mi hijo me pregunto qué era el corazón y en ese momento solo atiné a decirle que era un músculo del tamaño de su puño, que sin él no podríamos vivir ya que bombea la sangre de nuestro cuerpo. Hace poco recordé esa pregunta y entendí que mi respuesta fue muy simple pues este “órgano” es decisivo no solo para vivir sino para ser feliz. Porque vivir sin felicidad es igual a sobrevivir, vivir en automático o morir en vida.
La sangre que tenemos en el cuerpo pesa 11.5 kilos y pasa por el corazón cada 4 minutos, entonces el corazón no es solo un simple órgano, es el contenedor de todo, pero ¿por qué siempre relacionamos a ese músculo con nuestras emociones?
Recuerdo que hace años escribíamos en los árboles o paredes, nuestras iniciales y las de la chica que nos gustaba; el 14 de febrero, día de San Valentín es el día para los enamorados y vemos corazones por toda la ciudad. Cuando nos asustamos o emocionamos, nos agarramos el corazón o decimos se nos paró el corazón, cuando saludamos a nuestra bandera cantando el himno nacional nos ponemos la mano en el corazón, ¿pero por qué sucede todo esto?
Quizá porque el corazón es el contenedor de la vida, el que al latir bombea sangre a cada rincón de nuestro ser, pero … ¿espiritualmente? ¿Cómo funciona nuestro corazón?, ¿será que bombea fe, emoción, alegría, amor, pero también es donde se genera la duda?
Considero que cuando tu corazón está espiritualmente enfermo salen las malas acciones, como los robos, las calumnias, malos pensamientos, intrigas, etc. Cuentan que cuando uno de los incas cae prisionero, sus atacantes le preguntaban en tono burlón: ¿ahora en dónde está tu fortaleza? Y él agarrándose el corazón respondió ¡acá está mi fortaleza!
Entonces, podemos concluir que el corazón es el centro de la vida moral, intelectual y espiritual de una persona y es tremendamente importante que esté sano.
Hay mucha gente que tiene el corazón enfermo, oscurecido, a pesar de tener una educación brillante; solo miran la vida por las apariencias, el orgullo, la vanidad y el ego, pues no reconocen el mundo en que viven, porque también hay que tener cuidado pues el corazón es engañoso.
Debo reconocer que por mucho tiempo tuve un corazón duro y negro; ahora que me están pasado tantas cosas, estoy aprendiendo a abrirlo para convertirlo día a día en un corazón más puro, sano y feliz.
Pero quizá todo esto se pueda resumir en lo que dijo la escritora y activista política estadounidense Helen Keller, quien era ciega y sorda: “las mejores y más hermosas cosas del mundo no se ven ni se tocan solo se sienten en el corazón”, ya que el amor nos da otra perspectiva.
(*) Sociólogo y analista politico
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