
La segunda vuelta será otro cantar. En las últimas cuatro elecciones presidenciales, el ganador de la primera vuelta siempre obtuvo más del 30% de los votos y, pese a ello, no necesariamente resultó elegido al final. Eso pasó en el 2016 con Pedro Pablo Kuczynski, que en primera vuelta sacó el 21.05% frente a Keiko Fujimori, la cual le ganó con 39.86%. Pese a ello, en la segunda vuelta PPK se impuso con el 50.12% ante el 49.88% que logró Keiko. Es decir, se volteó el pastel.
El profesor chotano Pedro Castillo, de Perú Libre, heredero del caudal de votos que dejó Gregorio Santos —hoy purgando una pena de 19 años de prisión por corrupción— en Cajamarca y otras regiones del norte, obtuvo un poco más del 18% de votos, según los últimos reportes oficiales de la ONPE. Entre los seis candidatos restantes, exceptuando el segundo, suman más del 60% de votos. Esos son los votos que los dos primeros se tienen que repartir en la segunda vuelta.
Nada está dicho, será una dura pelea que librarán durante casi dos meses, pues la segunda vuelta electoral ha sido programada para el domingo 6 de junio. En esa fecha, más de 25 millones de electores volverán a las urnas y esperamos que la ONPE rediseñe su estrategia porque la aplicada el último domingo fue un fracaso, pues expuso al contagio a miles de personas de la tercera edad, muchas de las cuales hasta tuvieron que ofrecerse como voluntarios a desempeñarse como miembros de mesa ante la ausencia de los titulares y suplentes.
Volviendo a los resultados de la primera vuelta, el porcentaje de Pedro Castillo es superable para cualquiera de los otros candidatos. Quizá Keiko Fujimori tenga un poco menos de posibilidades debido al antivoto, en el que ella siempre está en el primer lugar y que ya le ha hecho perder dos elecciones.
Ocurre que, a diferencia de décadas atrás, cuando la población estaba más politizada y la mayoría tenía una posición doctrinaria, de identificación política e ideológica, en los actuales tiempos el electorado es más versátil y pragmático, pues sus criterios para respaldar a un candidato son varios y diferentes. Una frase o un gesto pueden ser suficientes para que un ciudadano acepte darle o le niegue su voto a determinado candidato. Como le pasó a Alfredo Barnechea que perdió una elección por no comerse un pan con chicharrón de carretilla.