
En nuestras escuelas se les enseña a los niños a duplicar los pronombres personales, incorporando formas como “ellos y ellas” o “nosotros y nosotras” en lugar de los tradicionales “ellos” o “nosotros”, que históricamente han englobado a ambos géneros en el español. Este cambio, que se presenta como una medida para “visibilizar” a las mujeres, genera una pregunta fundamental: ¿es realmente necesario duplicar los pronombres cuando el idioma ya tiene mecanismos para ser inclusivo? El español, como muchas lenguas, utiliza el masculino plural como forma genérica para referirse a grupos mixtos o indeterminados.
Por ejemplo, cuando decimos “ellos” en un contexto general, no necesariamente excluimos a las mujeres; simplemente estamos usando una convención gramatical que abarca a todos. Esta regla, lejos de ser una imposición machista o heteropatriarcal, es una característica estructural del idioma que permite economía y claridad en la comunicación. Si decimos “nosotros vamos al cine”, el pronombre “nosotros” incluye a hombres y mujeres. La duplicación de pronombres, como decir “ellos y ellas” o “nosotros y nosotras”, pretende hacer explícita la presencia femenina, pero ignora que el masculino plural ya cumple esa función. En el habla cotidiana, nadie interpreta “ellos” como un término exclusivamente masculino a menos que el contexto lo especifique. Por ejemplo, si un profesor dice “los alumnos deben traer su tarea”, nadie asume que solo se refiere a los varones.
La riqueza del español radica en su capacidad de adaptar el significado según el contexto. Incorporar sistemáticamente las formas femeninas junto a las masculinas no solo alarga el discurso, sino que también introduce una rigidez innecesaria. En un aula, donde los niños están aprendiendo a comunicarse de manera efectiva, añadir “ellos y ellas” o “nosotros y nosotras” en cada frase puede generar confusión y restar fluidez.
Un niño está en una etapa donde la simplicidad y la claridad son cruciales para asimilar las reglas del idioma. Enseñarles a duplicar pronombres puede hacer que el aprendizaje del español, que ya tiene sus complejidades, se vuelva más arduo. En la escritura, el problema es similar: los textos se alargan innecesariamente, y la lectura se vuelve soporífera. La duplicación de pronombres también puede interpretarse como una forma de hipercorrección, es decir, un intento de corregir algo que no está necesariamente mal. El español ya cuenta con herramientas para ser inclusivo cuando es necesario. Por ejemplo, si se quiere enfatizar la presencia de mujeres, se puede usar el femenino plural en contextos específicos o emplear términos neutros como “las personas” o “el grupo”.
Estas opciones son naturales, están integradas en el idioma y no requieren inventar nuevas reglas ni duplicar formas. Además, la insistencia en duplicar pronombres puede generar un efecto paradójico: en lugar de promover la igualdad, podría reforzar la idea de que el masculino plural es inherentemente exclusivo, cuando en realidad no lo es. Esto puede llevar a los niños a cuestionar la lógica del idioma que están aprendiendo, creando confusión sobre reglas que han funcionado durante siglos.
La verdadera inclusión en el lenguaje no pasa por repetir formas innecesariamente, sino por usar el idioma de manera precisa y contextual. Enseñar a los niños a duplicar pronombres como “ellos y ellas” no solo complica el aprendizaje, sino que también les envía un mensaje implícito de que el idioma que heredaron es defectuoso, cuando en realidad es una herramienta flexible y poderosa. En lugar de imponer reglas que complican la comunicación, debemos enseñar a los niños a usar el español con confianza, aprovechando su riqueza y adaptándolo al contexto.
(*) Analista político