Opinión

Como Julio César y Cicerón (II)

Por: Iván Pedro Guevara Vásquez

Habíamos dicho que lo destacable, en términos políticos, es que entre Marco Tulio Cicerón y Cayo Julio César siempre habría reinado el respeto mutuo respectivo, pues narra la historia que habrían departido amenamente hablando de literatura y arte, pese a que Cicerón no era partícipe de la dictadura de Cayo Julio César.

Cicerón criticaba a Julio César desde una posición que defendía la vigencia de la República como sistema y forma de gobierno para Roma, en la línea de una tradición romana de prohibición del gobierno de los reyes por las experiencias negativas del pasado para el pueblo.

Julio César era un hombre de pensamiento y acción que admiraba profundamente la vida y obra del conquistador macedonio Alejandro Magno, que unificó Grecia bajo la forma de un imperio al conquistar al otrora imperio de Persia. Y, como el griego Alejandro, no conocía más límites que los sueños de gloria y de inmortalidad personal.

Al igual que la muerte de Alejandro ocasionó el fin de su imperio tras luchas entre los mismos macedonios, el asesinato (magnicidio) de Julio César provocó el fin de la República, tras haber sido asesinado por un complot de senadores partícipes de la forma republicana de gobierno.

Si bien Cicerón no habría participado directamente en el complot magnicida, la historia narra que habría felicitado a los senadores que sí participaron en el crimen llamándolos “libertadores”.

Pero en vida los dos personajes históricos mostraron el debido respeto que todo ser humano civilizado debe tener para con otro ser humano, encontrando puntos en común entre los mismos para sostener una debida coexistencia (literatura, arte, en su caso).

Sólo que el asesinato de Julio César cambió todo y rompió el equilibrio en la nación más avanzada y poderosa de su tiempo, antes de nuestra era. El resultado no se hizo esperar: el repudio del pueblo contra los senadores del complot y, en consecuencia, el primer rechazo social hacia la República como forma y sistema de gobierno. La muerte de Cicerón no se hizo esperar, pues fue asesinado tras ser declarado “enemigo del Estado” por el triunvirato que se constituyó tras el magnicidio de César.

Incluso la historia narra que la cabeza y manos de Cicerón fueron exhibidos en Roma por los triunfadores en el conflicto social.

En ese sentido, se puede apreciar que nunca un asesinato puede ni debe justificar la lucha por algún ideal, por valores sociales o políticos.

(*) Analista político.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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