
En realidad, la tercera ola de COVID se veía venir. Aun cuando la variante Ómicron es más contagiosa, si se respetan estrictamente los protocolos, la diseminación del virus podría ser reducida al punto de evitar un rebrote. Sin embargo, hubo un relajo casi generalizado de las medidas sanitarias y muchas personas se conducían como si el virus no siguiera circulando, especialmente en las últimas semanas, debido a las fiestas de fin de año.
Las reuniones familiares, fiestas clandestinas, jaranas y otras actividades se convirtieron en focos de contagio donde muchas personas contrajeron el mal y, si bien la mayoría la librará porque el virus no mata a todos, varias de ellas acabarán en el hospital para enfrentar esa dura lucha con la muerte.
Una de las ventajas que tenemos es que la Ómicron, con 54% de prevalencia, no parece ser tan letal como la Delta; y, además, aproximadamente el 80% de la población está vacunada con las dos dosis. Si en los seis últimos meses del 2021 el 90% de las personas fallecidas no tenía ninguna dosis, eso demuestra que, si bien la vacuna no elimina toda posibilidad de contagio, sí puede evitar cuadros graves que precisen de hospitalización y camas UCI.
El ministro de Salud, Hernando Cevallos, ha descartado la posibilidad de decretar cuarentenas estrictas, como las del gobierno de Martín Vizcarra. La decisión parece atinada, pues esta tercera ola nos encuentra con la mayoría de la población con su vacunación completa y avanzando con la dosis de refuerzo. Además, los peruanos tenemos que trabajar para vivir, por lo que un confinamiento sería perjudicial para la economía y empeoraría la situación.
Lamentablemente, el COVID encuentra caldos de cultivo y vías de propagación cuando los seres humanos tienen más actividad social; es decir, cuando se juntan para trabajar, estudiar, divertirse y, en general, socializar. Eso significa que cuanto más distantes estemos habrá menos posibilidades de contagio. Es mortificante no poder realizar nuestras actividades con la presencialidad normal, ver a la familia o encontrarse con los amigos, pero debemos hacer el esfuerzo.
El sedentarismo y el excesivo uso de la tecnología para comunicarnos nos estaba pasando la factura ya antes de la pandemia, pero es una necesidad. Es posible que estemos cerca del final del túnel. Todos y cada uno de nosotros tiene la obligación moral de poner el hombro para encontrar la salida. Porque lo que digo y escribo siempre lo firmo.