Opinión

Lecciones sobre el proceso electoral norteamericano

Por: Ángel Delgado Silva

Aunque faltan todavía conocer los resultados oficiales, la victoria de Donald Trump resulta incontestable. Al momento de escribir estas líneas ya ha pasado con amplitud, los 270 delegados necesarios para que el Colegio Electoral confirme el triunfo, dado el sistema de sufragio indirecto, propio de los EE.UU.

Ha ganado en todos los estados que debió ganar y en los enclaves del partido Demócrata avanza significativamente. Las insinuaciones que las minorías étnicas apoyarían a Kamala Harris, fue desmentida por lo rotundo del escrutinio. Y, a diferencia de lo ocurrido el 2016, viene ganando por más de 5 millones de votos populares sobre su rival (51% vs 47%). Este panorama que se incrementa nos permite extraer importantes lecciones.

Primera. Que nuevamente las encuestas del caviaraje internacional se estrellaron contra la realidad. Anunciaron una contienda tan estrecha que hacía imposible pronosticar ganador. Hoy queda claro que fue una burda manera para favorecer a su candidata favorita. El manido estilo de manipular a la opinión pública, a través de las estadísticas demoscópicas.

Segunda. Que se ratifica el ostentoso fracaso de los grandes mass media en la descalificación de la candidatura de Trump, con diatribas de la peor calaña. Ni sus antecedente ni debilidades, brutalmente explotados por la campaña mediática, doblegaron la voluntad política estadounidense, que mayoritariamente repudia la agenda progre, corrupta y woke de las últimas administraciones gubernamentales.

Tercera. Que lejos de ser el candidato ideal por su estilo disfuncional, sus procesos judiciales abiertos y su afán polarizador, Trump encarnó, sin embargo, el hartazgo popular de más de una década, contra la hegemonía globalista y abusiva; la quintaesencia del desprecio a los sentimientos y tradiciones norteamericanos. Esto explica que la campaña de denuestos no haya impida su triunfo contundente.

Cuarta. Que no produce réditos electorales exaltar a los habitantes de las grandes urbes, cosmopolitas, bien educados, modernos, liberales, open mind y vinculados a la alta tecnología de Silicon Valley, mientras se denigra a los infelices trabajadores de industrias obsoletas, a los farmer de un campo atrasado, a la clase media decadente, a los que no ingresaron a la universidad, a los afectados por la globalización. La nueva aristocracia caviar hollywoodense siente crujir su elegante y estrambótico proscenio, debida a esta novísima rebelión de las masas (Ortega y Gasset dixit).

Quinta. Finalmente, que en nuestro país –también víctima del globalismo caviar (con sus obvias diferencias)– será factible derrotarlo si se adoptan firmes convicciones, se lo desenmascara con mensajes nítidos y se lo combate sin cuartel en todos los terrenos, especialmente en la esfera cultural. La jornada electoral del 5 de noviembre nos alienta a no desmayar en tal empeño.

(*) Abogado constitucionalista.

* La Dirección periodística no se responsabiliza por los artículos firmados

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