
Hacía frío. Eran dos señoras y una niñita vestidas con sus atuendos andinos. Se asomaron a la puerta del restaurante y un mozo, sin dudarlo, enrumbó a la cocina y regresó con un vaso grande lleno de sopa que la madre compartió primero con su hijita, luego con su propia progenitora y finalmente ella bebió un par de sorbos, devolvió el vaso y las tres se marcharon.
Le he dado y le sigo dando muchas vueltas a este acto de solidaridad y de amor filial desde que tuve la oportunidad de gozarlo hace ya algún tiempo.
Y aunque, de una u otra forma, lo he visto repetirse con diferentes características y en distintas circunstancias, retorna siempre la imagen de la abuelita, la mamá y la niñita compartiendo ese vaso de sopa que les entregó una mano anónima y me sigo preguntando qué ha pasado con la solidaridad y el amor al prójimo en nuestro país, sí, nuestro país devastado hoy por la violencia, el egoísmo y la pérdida de valores.
Ahí están. Plenamente vigentes en el alma y en la acción de decenas de miles de peruanos que siguen siendo víctimas de la violencia estructural o que han salido adelante en los duros caminos de la vida o que simplemente han preservado sus valores por encima de esas desviaciones que suelen ocurrir.
Pero también están los otros. Los mercaderes de la política, los maestros de la corrupción, aquellos que juegan con el destino del Perú o de sus respectivas circunscripciones, sin vergüenza alguna, para llenarse sus inmundos bolsillos con el dinero que producimos los que sí trabajamos y quienes sí sentimos que es indispensable erradicar la pobreza en nuestra Patria para que esa niñita, su mamá y su abuelita no sientan hambre y, más allá del apoyo de un ciudadano con valores, puedan contar con el respaldo de un sistema que funcione mediante el pago de la Deuda Social que, sin duda, tiene el Estado con todos los peruanos.
Ellas no pidieron limosna. Como lo pude apreciar recientemente en el Callao en un acto público del Consejo por la Paz con otra mamá y su hijita, tenían hambre en un escenario donde, hace poco tiempo, un presidente de la República -felizmente transitorio- proclamó una política de “hambre cero” que, por cierto, jamás cumplió y que constituye una burla más de estos políticos improvisados y sin ética.
Seguiremos luchando para que se respeten los valores y se consolide una democracia con justicia social, sin corrupción ni violencia en nuestra Patria.
(*) Presidente de Perú Acción
Presidente del Consejo por la Paz
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